Capítulo 8.

468 38 5
                                    

–¡Kacey!

–¡Ethan! –Grité de vuelta y reí.

Últimamente, paso más tiempo aquí que en mi propia casa, eso tiene de mal humor a mis padres y a Luis, sin contar el hecho de que mi relación con Abraham fue el chisme de todo el pueblo y claro, llegó a sus oídos.

Cuando llegó a mi lado, susurró. –Zed.

Alcé una ceja. –¿Qué hay con él?

–Te necesito. –Tomó mi mano. –Ven, vamos a mi habitación.

–¿Para qué me necesitas, Ethan?

–Solo hazlo, ¿si? Ven conmigo.

Su actitud me parecía extraña, pero a pesar de mi confusión asentí por mera curiosidad y lo seguí escaleras arriba. Pasamos frente a muchas puertas sin detenernos, iba tan apresurado y ensimismado que no notó que en algunas ocasiones estuve a punto de caer debido a su prisa.

Cuando nos detuvimos frente a una puerta, respiré. El ejercicio nunca ha sido cosa para mí. Me dejó entrar primero, encontrándome con todo en perfecto orden, la cama perfectamente tendida, con un libro sobre ella, estaba a punto de tirarme en ella cuando volvió a tirar de mi mano para meternos dentro de su armario.

–¿Vas a llevarnos a narnia? –Bromeé.

Confirmé que había algo mal cuando no rió como comúnmente hacía, más bien lo hizo de manera forzada. Quitó un pedazo de piso bastante grande y, al asomarme, noté que habían unas escaleras. Me hizo bajar por ellas hasta que la oscuridad se hizo tan intensa que no pude distinguir nada, entonces me guió el camino que faltaba.

Escuché un ruido que me hizo saltar, después de eso, toda la habitación se iluminó. Era un lugar espacioso, un poco más grande que la habitación de Ethan, las paredes están pintadas de un tono azul marino muy hermoso. Había un par de sofás a juego, varios estantes con libros, una mesita de centro. En una esquina pude ver una cafetera junto a algunas tazas y otras cosas de cocina, una computadora y una tv pequeña montada en la pared.

Esto parece como un pequeño departamento.

–¿Dónde estamos?

Rascó su nuca. –Hay veces en las que uno necesita tranquilidad y, aunque su habitación debería ser lugar para encontrarla, no siempre es posible.

–¿Es cómo un refugio para ti? –Asintió. –¿De qué se trata todo esto?

–Lo siento. –Negó repetidas veces con la cabeza, parecía algo nervioso. –No podía decirte esto con todos cerca.

–¿De qué diablos hablas?

Suspiró. –Es Zed.

–Lo mismo me dijiste antes y eso no me dice nada.

Había algo en su mirada que me preocupaba. Parecía que algo había pasado y eso lo tenía al límite, más que aturdido parecía consternado.

–No es como todos creen que es, no es como tú crees que es. –Toda aquella desesperación que sentía comenzaba a sentirla yo, más cuando atrapó mi rostro entre sus manos, manteniendo su vista y la mía unidas. –Ha cambiado mucho, sí, y es gracias a ti. Tú lo hiciste cambiar, pero hace cosas.

–¿Cosas?

–Sí, cosas que están mal, Kacey, que no debería hacer.

–¿Qué cosas?

Soltó mi rostro y se alejó, se alejó con una rapidez que no había visto nunca, tanto, que sin darme cuenta ya se encontraba del otro lado de la habitación. Tomaba su cabeza entre sus manos, mirando el suelo bajo nuestros pies, como si el tuviera la respuesta a todo.

Peligro. |TERMINADA|Where stories live. Discover now