Capítulo 15.

287 22 0
                                    

Morir.

Quizás sea el miedo más grande de la humanidad, no saber que pasa con quién muere, qué hay después de esto, aterra. Todos los días muere gente en alguna parte del mundo, pero todos tenemos ese suceso que nos arrebató a alguien y nos rompió.

En cuestión de minutos fui testigo de decenas de muertes pero sólo una de ellas fue capaz de hacerme sentir miserable, de quebrarme y hacerme desear no haber llegado a sus vidas. Deseé ser yo quien estuviera en su lugar, quien hubiese muerto en pelea, no quien se siente impotente y culpable.

Miré mis manos llenas de sangre aún con la vista borrosa, escuchando el latir de mi corazón, sin poder dejar de temblar de la impresión.

–¡Nick! –La escuchaba gritar, llorar su muerte, desesperada y totalmente destruida. –¡Despierta! Tienes que despertar... No puedes dejarme, no ahora.

Escuchaba los gritos de dolor que emitía Jacob, sin ser capaz de verlos, oculta tras un árbol, sin poder moverme, sin pensar en nada más. Todo esto es mi culpa, si nunca los hubiera conocido entonces nadie hubiera muerto.

Mis manos ensangrentadas me aterraban pero no podía dejar de mirarlas, las sentía como el recordatorio permanente de que causé demasiado dolor a personas que amo. Cerrar los ojos no ayudó en nada, al hacerlo recordaba la cabeza de aquel niño tan cerca de mí, no puedo soportar tanto.

–¡Jacob, vuelve! –Salté al escuchar aquel grito, pero no miré. –¡Jacob!

–Dejalo, necesita sacar su dolor.

–¡Todo esto es tu culpa! –Gritó, la rabia tiñendo su voz por completo. –¡Maldita humana!

No me dolió escuchar sus palabras porque sé que son verdad. Tampoco salí de mi escondite, no soy capaz de mirarla a la cara, a ninguno de ellos, no se si es miedo o simple cobardía.

–¡Sal y da la cara! ¡Por tu culpa está muerto!

–¡Callate, Daisy! Esto no es su culpa, no es culpa de nadie.

–¡Esto es tu culpa! –Repitió en un grito, aún lloraba y gritaba intentando sacar su dolor, tanto que es casi palpable en el aire, me hace sentir como si fuera mío también.

Intenté ser fuerte, no quería sentirme débil aquí, traté con todas mis fuerzas soportar las lágrimas hasta poder estar a solas y desahogarme, no quería hacerlo delante de todos pero, no lo logré.

Cuando me di cuenta ya me encontraba empapando mi ropa mientras caminaba por el bosque sin rumbo alguno. Caminé, luego comencé a correr dentro del bosque, correr con todas mis fuerzas. Escuché que gritaron mi nombre pero no me detuve, ignoré esa voz, la misma voz que con cada paso que doy se hace menos audible y entendible para mí.

La culpa puede hacer cosas impensables con las personas.

Las lágrimas nublaron mi vista, por la misma razón caí de rodillas al no ver una raíz salida, no me importó. Mis piernas ya ardían exigiendo un descanso y mis pulmones necesitaban ser llenados de la manera correcta. Quise levantarme pero no pude, mis piernas no respondieron, parecía que la fuerza había escapado de mi cuerpo tan pronto como toqué el piso, me vi obligada a permanecer allí. No se dónde estoy, tampoco me importa en realidad.

Abracé mis piernas con fuerza y seguí llorando, aunque no soy capaz de entender del todo el porqué de las cascadas que salen de mis ojos y no se detienen, dejé que siguieran su curso. Lloré y dejé que todo saliera en forma de agua salada, jadeos y maldiciones al cielo.

Sentía mi garganta cerrarse, temblaba en mi lugar, sintiendo una necesidad implacable de llenar mis pulmones de aire, sin poder. En la desesperación de no sentirme así, de sentir algo más que la sensación abrumadora de muerte, metí dos de mis dedos en la bolsa delantera de mi pantalón hasta rozar el pequeño objeto metálico.

Peligro. |TERMINADA|Where stories live. Discover now