Capítulo 30.

227 11 12
                                    

Zed me siguió hasta mi habitación y se quedó cerca mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas, intentando consolarme con palabras ya que no estaba seguro de acercarse.

–Kacey, él no te merece.

Me limpié las mejillas, no quería seguir llorando. –¿A qué te refieres con eso?

–A lo que hizo, él no debió hacerlo. –Quise reír por sus palabras. –No hay justificación para lo que hizo, pero se que te ama.

–No te entiendo.

–¿Por qué?

–Dices que no me merece, pero me aseguras que me ama. –Lo miré. –¿No sería más lógico decir lo contrario?

–Quizás, pero no mentiré por conveniencia, no es así como deseo que pasen las cosas.

Se acercó hasta sentarse a mi lado en la cama, dejando una distancia prudente.

–Zed...

Negó, despacio. –Esa noche, en el lago, cuando me besaste porque te lo pedí, en verdad deseaba...

La puerta se abrió de golpe, dejando a medias la confesión que estaba por hacer. Creí que así era mejor.

–Repite la mierda que acabas de decir.

–Abraham.

Zed me tomó de la mano para que no interfiriera, lo miré buscando una explicación, pero no la obtuve.

–¡Te hablo!

–Calmate de una vez. –Ordenó. –Si quieres hablar de esto tendrás que hacerlo.

–¿¡Cómo mierda me pides que me calme después de lo que acabo de escuchar!?

–No es lo que estás pensando, al menos no completamente.

Se acercó demasiado rápido para mí, lo tomó por la camisa, encarándolo.

–¡Abraham, tranquilízate!

–Venía a hablar contigo, quería pedirte perdón pero... ¡lo besaste, mierda!

–¡Que no fue así! –Zed lo empujó por los hombros, haciendo que lo soltara. –¡Escúchame!

Abraham no se contuvo, le soltó un puñetazo que fue a parar directo a su rostro, grité debido al ruido sordo que provocó al usar demasiada fuerza.

Pronto Zed se recompuso y le devolvió el golpe con la misma fuerza, así ambos comenzaron a golpearse frente a mí sin que yo pudiera interferir.

El sonido de sus golpes me asustaba, no quería que ninguno de los dos saliera gravemente herido por un estúpido mal entendido, todo empeoró cuando las paredes y el piso comenzaron a teñirse de pequeñas gotas rojas.

–¡Dejen de pelear de una maldita vez!

A pesar de mis gritos e intentos por separarlos, no se detenían. Pensé incluso en acercarme pero sabía que podía resultar herida y no quería agregar más dolores a mi cuerpo, ni hacer que se sintieran culpables por ello.

Llegó un punto en el que Zed estrelló a Abraham contra la pared, dejando un hoyo en esta.

–¡Te estoy diciendo que te calmes! –Le gritó a la cara, aún cuando Abraham sólo intentaba seguir golpeándolo. –¡No es lo que estás pensando!

–¡La besaste!

Volvió a estrellarlo, escuché el crujido de lo que parecían ser huesos. –Puedo entender que creas eso de mí, ¡pero ella no es igual que tú!

Peligro. |TERMINADA|Where stories live. Discover now