46- Pocas palabras, muchos actos.

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Valentina

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Valentina

A como me dijo Sheko, en la mañana llegó El Pollo, un tipo muy buena onda y divertido, pero también peligroso; quien nos enseñó a Tavo y a mí a disparar. En tan sólo unas horas nos enseñó todo lo básico, Tavo sólo tenía que mejorar su punterilla, porque no estaba tan perdido como yo.

Usar una arma no era difícil y atinarle al blanco tampoco lo era cuando tenías los ojos abiertos, definitivamente ya podía decir que sabía usar una arma y que si me encontraba con Hugo, la usaría en él, por todo el daño que me había hecho.

—¿Tavo, cuántos años tienes? —ambos estábamos comiendo en el comedor.

—Diecisiete.

—Eres muy joven —asintió—. ¿No tienes familia? —bajó la mirada.

—Tengo a mi mamá y principalmente a mis dos hermanas menores.

—¿Principalmente?

—Mi papá nos abandonó a ella y a mí, unos años después ella conoció a alguien, al principio todo iba bien, era un buen hombre, pero después del nacimiento de mi primera hermana todo cambió. Él empezó a tomar, empezó a robarle dinero a mi mamá para comprar alcohol, todos los día era lo mismo, dos años después de eso, nació mi segunda hermana, él dejó de tomar al menos por dos meses.

»Después de esos dos meses las cosas empeoraron, ya no era sólo alcohol, también eran drogas y una noche trató de robarle a mi mamá, pero yo lo encontré y le pedí que no lo hiciera, él se molestó y me golpeó. Mi mamá no movió ni un sólo músculo para detenerlo, me rompió el brazo en tres partes y la nariz, de no ser por una vecina que me llevó al hospital, quizás estaría muerto, porque la mujer que me dio la vida no me ayudó.

Prácticamente yo ya estaba llorando, en cambio él, se veía molesto.

—Muchas veces quise irme de la casa porque ya no aguantaba que me golpeara y mi madre no hiciera nada, pero no lo hice por mis hermanas, porque quería cuidarlas, pero hace tres meses, después de que el desgraciado intentara golpearme otra vez, huí. No tenía dinero, así que me quedé en la calle, pasando hambre y frío, por dos meses, hasta que aparecieron los hombres de El Contador y empezaron a reclutar para ponernos a prueba.

—¿Por eso estabas ahí, esa era tu prueba? —se encogió de hombros.

—Algo así. Al menos era la que decidiría si entraba a la organización o no.

—Te prometo que yo te voy a ayudar —me vio sorprendido—. Yo no tengo dinero, pero conozco a alguien que tiene mucho y sé que te ayudará —sonrió.

—Gracias —le devolví la sonrisa.

Rafael tendría que ayudar a Tavo.

•••

Capaz de Todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora