51- Semana de conquista.

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Alejandra

Había un bonito jarrón sobre mi escritorio y lo lancé al piso provocando que quedara hecho tucos, siempre me gustó ese jarrón, pero estaba muy enojada, Rafael no podía hacerme eso, no era una adicta para que me mandara a un centro de rehabilitación. No quería atrasarme en la universidad, quería graduarme con mis amigas y Rafael estaba arruinando todo eso... Estaba arruinando mi vida.

Me senté cerca de mi cama, pegué las rodillas a mi pecho y empecé a llorar. ¿Por qué nadie me entendía? Yo sólo no me sentía bien y aceptaba que había sido un gran error, pero no merecía el castigo de Rafael.

—¿Alejandra? —escuché la voz de Javier. Otro que no me tenía contenta, no me defendió—. Amor, ¿podemos hablar?

—No quiero hablar contigo —ni siquiera volví a verlo.

—Pensé que te había dado suficiente tiempo para calmarte —se sentó frente a mí.

—¿Por qué no me defendiste? —lo vi por primera vez desde que entró.

—Porque Rafael tiene razón, lo que hiciste no se puede volver a repetir y para eso necesitas rehabilitarte.

—¡No soy una adicta! —me puse de pie.

—No, no lo eres, por ahora no —negó—. Pero piensa que en algún momento, sin un tratamiento, lo harás.

—Eso no es...

—Alejandra, no quiero volverte a ver como lo he hecho las veces que has consumido drogas, mi amor, entiende que no soportaría perderte. Te amo demasiado y las drogas lo único que lograrán es causarte daño.

—¿Qué pasó con la promesa que me hiciste?

—La voy a cumplir, mi amor, pero primero quiero verte bien —me abalancé a sus brazos.

—Tengo miedo —solloce.

—No tienes porqué, yo estaré contigo, tal vez no siempre en persona, pero estaré apoyándote en cada momento.

—¿Y qué pasará después? —me limpió algunas lágrimas.

—Tú y yo estaremos juntos, te lo prometo —lo abracé más fuerte.


•••



Rafael

Abrí los ojos y Valentina estaba a mi lado, con un libro que hacía tiempo había estado leyendo, no sabía que se me había dado por leerlo.

—Hola, amor, ¿dormiste bien? —me senté y bostecé.

—Sí, siento que tengo un poco más de energía —sonreí—. Tengo que hablar con mi hermana —recosté mi cabeza en sus piernas y ella acarició mi cabello.

—Ve, explicale bien las cosas y procura no ser tan insensible —golpeó mi frente—. Debes entender que ella está muy sensible.

—Pero también debe entender que ella es mi niña, la luz de mis ojos y no quiero que le pase nada.

—Por eso mismo debes hablar con ella, con calma y paciencia —me dio un pequeño beso.

—Después de hablar con ella tú y yo podemos...

—Hablar, sí, vamos a hablar —fruncí el ceño.

—No, estás equivocada, yo me refiero a...

—Que tenemos cosas que aclarar, lo sé.

—Valentina...

—Ya vete —me puse de pie y salí de la habitación.

Las habitaciones de mis hermanos estaban al lado de la mía, primero la de Diego y luego la de Alejandra. Me paré frente a una de las tanta puertas blancas, tomé aire y toqué dos veces. Sheko abrió la puerta y de inmediato fruncí el ceño.

Capaz de Todo.Where stories live. Discover now