61- Vete.

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Abrí los ojos pues el sol me estaba dando justo en la cara, en la noche no cerré las cortinas porque la vista era hermosa, pero empezaba a arrepentirme, estaba muerto, lo único que quería era seguir durmiendo. Decidido a cerrar las benditas cortinas, saqué mi brazo, el cual se encontraba de bajo de Valentina, me puse de pie y tomé mi bóxer.

Cuando iba a cerrar las cortinas, me detuve, la vista era hermosa, los prados cercanos se veían amarillos por los rayos del sol, los cuales se sentían como ácido en mis ojos, me ardían muchísimo. Los cerré un momento, pero los abrí de golpe al sentir que alguien me abrazó por detrás.

—Valentina, no me han matado las balas, pero tú sí lo vas a hacer y de un susto —me giré y al ver su vestimenta o mejor dicho, la falta de ella abrí la boca—. ¿Qué harías si tuviéramos vecinos?

—Nada —se encogió de hombros—. Porque podrían ver, pero no tocar, el único que puede tocar eres tú —tomó mis manos y las puso en sus pechos—. Cada centímetro de mí te pertenece —sonreí—. Y cada centímetro de ti me pertenece, ¿o no? —metió su mano en mi bóxer.

—Así es —bajé mis manos a su cintura y luego las dejé en su trasero—. Quiero comer.

—Yo también —llevé mis labios a su cuello.

—No, ya en serio, tengo hambre.

—En serio yo también —ambos reímos.

—¿Nos bañamos juntos? —asintió y se adelantó al baño.

Cuando terminamos de bañarnos, porque debido a que teníamos hambre sólo nos bañamos, de inmediato empezamos a vestirnos, yo llevé ropa para Valentina y para mí. A Valentina le llevé un short rojo, una blusa sin mangas blanca, tenis rojos y por supuesto ropa interior, ésta blanca. Todos eso lo escogió Alejandra. Para mí llevé un short, una camisa sin mangas, otra camisa mangas cortas y botones, que no cerré y por supuesto tenis. Todo de blanco.

—¿No vamos? —le pregunté a Valentina mientras me arreglaba el pelo y ella se maquillaba un poco.

—Un momento —guardó su maquillaje y empezó con el cabello.

—Tengo hambre —tomé mis llaves, cartera celular y mi mochila, en la cual por cuestiones de seguridad, porque estaba sólo, llevaba una arma, balas y dinero, siempre había que llevar dinero extra.

—Ya vámonos, fastidioso —se puso de pie y me dio un golpe en el trasero que me hizo reír.

—Ten mi mochila —se la di—.
Ahora ven —me agache un poco para que se subiera en mi espalda.

—Arre burrito.

—No hagas que te tire —río.

—Lo siento —besó mi mejilla—. Arre ya —bajé las escaleras y durante todo el camino me iba diciendo arre.

—Cuando te lo propones eres muy necia —la puse en el piso.

—Deja el drama y abre el pinche auto.

—¿Cómo es que después de anoche tienes tanta energía? —se encogió de hombros. Quité el seguro y entramos al auto.

—¿Puedo poner música? —asentí y me puse el cinturón—. Esta me gusta —empezó a sonar una canción.

—Aquí cerca hay un lugar dónde podemos comer —asintió.

—Cállate y escucha la canción —asentí e hice lo que dijo—. Te regalo un pedacito de cielo y en mis labios un te quiero —empezó a cantar y sonreí—, de mis manos las caricias que te van hacer sentir lo que yo siento por ti —se quitó el cinturón y me dio un beso.

—Sigue cantando —pedí.

—Te regalo mi esencia y todo mi mundo y aunque les parezca absurdo nunca había encontrado a nadie, que se te asemeje a ti, —me señaló—, tienes diez en tu perfil. Te regalo del corazón su latir.

—Deberías cantarme más seguido —tomé su mano.

—Hoy estoy de buen humor, ayer fue un súper día.

—No me imagino por qué —me estacioné frente a la cafetería y bajamos del auto—. Vamos hermosa, debemos conseguir energía —pasé un brazo por sus hombros y entramos.

De inmediato nos dieron una mesa y ordenamos, en una mesa cerca a la nuestra había un grupo de cholos que no le quitaban la mirada de encima a Valentina, pero no quería arruinar eso con una pelea, así que me aguanté. Al fin que sólo podían ver, porque nunca podrían tocar.

—Estuvo rico —dijo Vale cuando terminó su desayuno y asentí.

—Ya es hora de irnos —pagué la cuenta y nos pusimos de pie.

Salimos del lugar, subimos al auto y Valentina otra vez puso música y otra vez cantó. Eso me gustaría hacerlo siempre, ella y yo solos, siempre. Vi por el retrovisor e iba una camioneta negra atrás, bajé un poco la velocidad y ella se nos adelantó, así que dejé la paranoia y sigue conduciendo normal.

—¿Pasa algo? —me preguntó Valentina.

—¿Eh?

—¿Qué si pasa algo? —la vi y sonreí. No sabía porqué, pero siempre que la veía, no puedo evitar sonreír, quizás fuera porque sé que estaba conmigo y así sería siempre.

—No, amor, no pasa nada —acaricié su mejilla.

—Rafael, cuidado —señaló al frente y vi en esa dirección.

A poco menos de dos metros de nosotros, había una camioneta negra, corrección era la camioneta que nos iba siguiendo. ¡Mierda! Al lado de ésta habían dos autos y varios tipos, así que frene.

—¿Qué está pasando? —vi a Valentina, quién tenía los ojos llenos de lágrimas y estaba temblando.

—No sé quiénes son, pero de seguro vienen por mí —abrió los ojos ampliamente—. Necesito que hagas lo que yo te diga, ¿si?

—Rafael...

—Amor, son muchos y tú estás conmigo, lo que significa que tengo desventaja, porque te pueden lastimar. Así que yo me voy a bajar del auto, los voy a distraer y tú conduciras hasta la casa por otra ruta —tomé su celular y le puse la dirección en el gps—. Sólo debes irte.

—¿Me estás pidiendo que te deje?

—Es eso o que nos maten a los dos. Amor, sólo debes irte y luego Efrén se encargará de buscarme y sino me matan nos volveremos a ver —vi al frente, los tipos empezaban a acercarse—. Por favor, haz lo que te dije.

—Mi amor... —empezó a llorar—. No puedo hacer esto.

—Nos salvaste la vida a mi hermano y a mí, mataste al maldito que te hizo daño, claro que puedes, eres más fuerte de lo que crees —la besé—. Te amo —me quité el cinturón de seguridad y abrí la puerta.

—También te amo.

—Haz lo que te dije, en caso de emergencia en mi mochila hay dinero, armas, balas, lo que necesites —salí del auto—. Vete —cerré la puerta.

Ella se cruzó al asiento del conductor, tomó el volante y empezó a conducir en reversa. Vi a los tipos, tres de ellos le estaban disparando al auto, pero no me preocupé, era blindado y Valentina va muy rápido.

—¿Eres El R? —preguntó uno que llevaba un AK-47 en la mano.

—No lo sé —me encogí de hombros.

—Con que chistoso —con la cacha del arma me golpeó en el estómago y caí al suelo sin aire—. Esto es sólo el comienzo de lo que te espera —empezó a patearme.

—Te metiste con la gente equivocada —empecé a toser y a retorcerme en el piso por el dolor y la falta de aire.

—Subanlo a la camioneta —entré dos me cargaron; uno me tomó de los brazos, el otro de las piernas y me lanzaron a la parte trasera de la camioneta.

—Al fin alguien le dará una lección a este puto —me patearon.

—Matar al Ramón te va a costar caro.

Oh, mierda.

Ya sabía quiénes eran.

Capaz de Todo.Where stories live. Discover now