Capítulo X : La Sala de la Daga

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—Se tomaron su tiempo eh...—dijo Sombra.

Ninguno respondió. Tan solo nos limitamos a mirar a los espantados paladines que se encontraban arrodillados y atados frente al ninja mientras emitían ruidos a través de la mordaza intentando llamar nuestra atención en una evidente suplica por ayuda.

—Déjalos ir—exclamé.

—Imposible—dijo—¿No se dan cuenta la posibilidad que tengo? No logro comprender como nadie consiguió esta belleza antes... es tan fácil llegar aquí... supongo que debe ser por esa estúpida condición de no matar... que débiles somos...

—¡¿Cómo te atreves?!—dijo Frew enfadado—¿No sabes la cantidad de personas que mataste?

—Son basura. Jugadores inútiles que no comprenden que sucede realmente. Solo el fuerte tiene derecho a sobrevivir, solo el fuerte puede completar el juego y yo soy el más fuerte—dijo decidido.

—¡Juro que te voy a...!

—¡No hagas promesas en vano paladín!—elevó la voz Sombra.

Un detalle se nos estaba pasando, un detalle crucial, que no cuadraba dentro de la lógica del ninja. En cuanto me di cuenta de lo que pasaba lo proclamé.

—Algo anda mal. Si es tan importante el arma para ti... como es que todavía siguen ellos vivos—dije. Evidentemente si él consideraba el poder algo fundamental no tenía sentido esperar nuestra llegada.

—No se preocupen, no estaba esperándolos para hacerlo delante de ustedes, nada de eso. A pesar de que me encantaría ver sus ilusiones aplastadas por la derrota no es ese el caso—dijo.

—¿Entonces?—dije. El ninja sonrió y cerró los ojos antes de hablar.

—Creo que les debo una explicación—Sombra se cruzó de brazos poniéndose entre medio de ambos paladines—hace un tiempo escuché el rumor de la Daga de las Sombras, un arma clase SS que estaba muy mal resguardada y que exigía dos sacrificios para ser liberada. Cuando llegué por primera vez a Líon me alié con dos jóvenes, un chico y una chica, muy carismáticos, creo que eran hermanos o algo así, no importa, la cuestión es que los traje hasta aquí y...

—Los mataste...—dijo Amy.

—¡Adivinaste!—dijo Sombra echándose a reír—ver a la hermana llorando cuando su pobre hermano murió fue algo hermoso.

Ahora sí que algo andaba mal. Si el ninja ya había completado los requisitos para conseguir el arma ¿Por qué aun no la poesía?

—Entonces ¿Cómo es que...?—pregunté.

—¿Cómo es que no la tengo?—completó el malvado—Es simple... había un error en la transcripción de las condiciones.

—¿Un... error?—dije confuso.

—No se necesitan dos sacrificios...—dijo él sonriendo morbosamente—se necesitan tres.

De pronto todo cuadraba. Las fichas cayeron en mi cabeza inmediatamente y todas las inconsistencias del viaje tuvieron sentido por primera vez. Sombra llegó tan rápido porque ya había desbloqueado el camino tiempo atrás cuando llevó a esos hermanos incautos junto a él, nunca tuvimos la oportunidad de alcanzarlo en ningún momento de nuestro viaje. Al ser uno de los pocos que alcanzó la sala final conocía la cantidad de sacrificios requeridos pero los otros clanes no. Reconociendo que los Escudos Negros son un gremio muy orgulloso jugó con esos datos secuestrando tan solo dos jugadores de ese clan para dar a entender que se dirigía a la Torre además que el hecho que llevara tres rehenes por todo Líon seria dificultoso por lo que dejó que el tercero vaya directamente hacia él cuando un grupo de rescate intendente atraparlo, esto también era una razón para no habernos matado en los bosques cuando tuvo la oportunidad, nos necesitaba vivos para matar a uno de nosotros aquí. Dejar a Keigho y Frew vivos después de su primer encuentro fue una estrategia también, re quería que alguien cuente la historia. Incluso la jugada le salió mejor de lo que esperaba. Si mataba a los dos paladines y a mi obtendría la Daga de las Sombras y el Corazón Maldito al mismo tiempo. El ninja era un genio realmente.

Corazón Rojo Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora