Capítulo XI : La Daga de las Sombras

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Amy cayó de rodillas al suelo. Por mi parte me negué a quedarme quieto, a aceptarlo, por lo que corrí la distancia que me separaba de ambos buscando que sea todo una gran mentira pero cuando llegué tan solo se encontraba Keigho en el suelo sosteniendo la nada mientras que a su alrededor estaban las armas de Frew y una pequeña bolsa de oro. El paladín me miró a los ojos igual de shockeado que yo.

Retrocedí atónito sobre mis pasos. Frew ya no estaba entre nosotros y nada podría traerlo de vuelta. Amy aun arrodillada miraba hacia la nada perpleja. Jaia por su parte se nos acercó tapando su boca mientras observaba por encima de los hombros de Keigho buscando la figura reconocida allí. Por supuesto que solo encontró aire.

—¿Por qué...?—susurró el paladín.

La risa de Sombra se escuchó a un par de metros. Sentí un odio correr por mi sangre como nunca antes lo había sentido pero rápidamente ese odio fue vencido por la impotencia de saber que al fin el ninja había matado a uno de los nuestros.

Keigho se levantó entre lágrimas y caminó hasta el ninja al cual intentó atacar con un espadazo tan débil y lento que apenas Sombra tuvo que gastarse en esquivarlo.

—¿Por qué...?—volvió a preguntar ante la nada. El asesino de Frew respondió con un rodillazo que lo dejo sentado.

—¿Por qué? Porque era débil ¿No lo ves? Tú lo hacías débil, su aprecio hacia ti lo hacía débil, por eso murió—dijo estas palabras a un paladín arrodillado en el suelo con el espíritu por fin derrotado.

Sombra con sus manos en la espalda meneó la cabeza mientras que Keigho en cuatro patas se lamentaba sobre el suelo de la Sala de la Daga. Por mi parte el mundo se desdibujó a mi alrededor y no pude evitar pensar en la cantidad de cosas que podríamos haber hecho diferente y hubieran llevado a Frew a seguir con vida. Si lo hubiera atacado con más fuerza. Si me hubiera dado cuenta del engaño sobre el que cayó Keigho antes. Si nos hubiéramos dado cuenta que jamás lo podríamos haber alcanzado. Si jamás hubiéramos emprendido este viaje. Si jamás hubiera dicho que si a Feyer. Si jamás hubiera conseguido el Corazón Maldito. Si tantas cosas no hubieran pasado ahora Frew seguiría vivo.

Retomando el control de mi cuerpo miré a mi alrededor aun atontado por el peso de la realidad percatándome que Jaia intentaba abrazar y consolar al paladín quien era el que sin dudas se sentía peor por la pérdida de su hermano. Por su lado Amy no salía del shock y simplemente estaba en silencio aguardando que algo suceda. A mis espaldas encontré a Sombra quien abría lentamente la vitrina de la Daga de las Sombras.

La ira ahora si sobrepasó a la angustia y tomando el arco y las flechas que había dejado caer Jaia minuto atrás traté de dispararle al ninja en busca de detenerlo pero él atrapó la flecha en el aire que se vio mermada por mi baja habilidad con ese tipo de armas.

—Ya es tarde guerrero—dijo arrojando el proyectil al suelo—perdieron, acéptenlo.

Él entonces tomó con su mano derecha la daga. Los cuatro miramos como el ninja la sostenía delicadamente y la mostraba orgulloso. Ella de pronto comenzó a despedir humo de la nada misma mientras brillaba de color rojo sangre. Sombra tuvo la arrogancia de leer la cualidad que hacia tan especial a esa arma clase SS.

"La Daga de las Sombras permite a su usuario teletransportarse a una distancia visible cada cinco segundos"—dijo—Bastante impresionante ¿No creen?

Enmudecí al escuchar la única cualidad del arma. La habilidad de teletransportarse cada cinco segundos durante una batalla sin consumir MP hacía de la Daga de las Sombras un arma completamente rota. Definitivamente si el usuario era habilidoso y sabia donde moverse podría derrotar a cualquier enemigo que le plazca sin recibir prácticamente daño alguno.

Corazón Rojo Vol. 1Where stories live. Discover now