1. Expectations

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Peter tenía un plan.

El cuál se iba mejorando con el tiempo, en un principio fue tonto e impulsivo dentro de su mente.

Pero, cuando se trata de los Delacour las cosas no se deben tomar mínimamente a la ligera, son una estirpe astuta y poderosa. Un error que se le escapara de las manos y ellos lo arruinarían con un chasquido de dedos, ¿Todo su esfuerzo, sus años y sacrificio dado a aquella familia se desvanecería así de fácil? ¿Todo el dolor y humillación para un espectáculo tan mediocre?

Ni de broma.

Peter era un hombre de ciencia, un inventor, un genio, ¿cuál es el factor común en todos esos tipos?  La soberbia.

Y es la verdad, sin un poco de arrogancia ninguno de ellos hubiese llegado lejos y la humanidad viviría en el pasado por siempre. Es un defecto al cual se le debe sacar el debido provecho, también es parte de los humanos, no hay que negar nada que la naturaleza —o Dios/ Dioses— otorgaron al hombre.

Bien se dice que si la vida te da limones, hagas limonada.

Aunque él hará más que eso, Peter quiere un pastel grande, pomposo y agridulce con esos limones que cosechó trabajosamente.

Así, el castaño decidió el permitirse tomar un poco de las migas de amor que suele recibir de su esposo. No es que lo necesite, para nada, —Peter ya ha llorado bastante por las noches, se ha recriminado durante horas y ha rogado por la atención de aquel hombre con métodos tan sutiles como descarados— es sólo que si va a acabar con él desea hacerlo de la mejor forma. Con una noche ardiente, una fantasía agonizante y su cuerpo exigiendo el deseo sexual prometido en algún ayer.

—Sir. Delacour, estaremos aterrizando en pocos minutos.

Mordió su labio discretamente con irritación. Él tenía un nombre: Peter. Pero la mayoría del mundo lo conocía como el Señor Delacour, el flamante esposo.

Odiaba que sus logros personales fueran opacados por el brillo del patronímico de Sebastian; y él que se esforzaba como nadie lo haría nunca, para salir de las sombras de tal apellido.

—Gracias, Pierre.

—Sé que le molesta que lo llame por su apellido pero soy su guardián, no poseo el privilegio de tal confianza.

—Llevamos diez años de conocernos, Pi.

Nadie dijo nada más, el avión aterrizó y Peter admiró desde la ventana de su jet privado el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy. El francés que le acompañaba se levantó con su usual porte profesional y él supo que era hora de salir de la seguridad en aquella nave aérea. Siguió a su guardaespaldas, bajaron las modernas escaleras, su mirada marrón vislumbró un Cadillac de último modelo aguardando su llegada. Sonrió con cierta diversión resignada. Los lujos nunca dejarían de llegarle.

—El equipaje llegó ayer por la tarde a la habitación de su piso. Los del servicio ya guardaron y acomodaron todo como le gusta.—Peter asintió flojamente.

—¿Dónde está Él?—no pudo evitar preguntarlo con cierta exigencia.

Pierre le mandó una mirada casi incómoda, un tanto comprensiva y le sonrió como discúlpandose.—Su esposo, el Señor Delacour no se encuentra en la torre. Llegará al atardecer de una junta que requirió su presencia en Washington para esta tarde.

Starring Role |Starker|Where stories live. Discover now