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Kaminari corrió a toda velocidad con Bakugo en brazos, sabía qué hacer, tenía protocolos, procedimientos, instrucciones... aun así, estaba "asustado", cosa que no entendía y no tenía tiempo de meditar con calma. Se sentía "alterado", no entendía qué recorría su cuerpo, no entendía qué le estaba pasando o si se trataba de alguna especie de error en su configuración. Sin embargo, dejó de pensar en sí mismo cuando escuchó a Bakugo quejarse. Su rostro estaba rojo, sudaba, jadeada desesperadamente y todo él temblaba, estremeciéndose en continuos espasmos. Kaminari entendió qué significaba, porque una vez que un sujeto en el experimento presentase estos síntomas, un archivero sería desbloqueado, que contenía información extra sobre "la abeja reina".

Entró en la enfermería, cerró las cortinas y las puertas con solo pensarlo, su cuerpo estaba conectado a las instalaciones de la colmena. Recostó a Bakugo en una camilla, se tocó la frente, estaba empapado, ¿había estado sudando? No estaba cansado, no había recorrido una gran distancia, no se suponía que sudara a menos que el trabajo físico hubiese sido excesivo, ¿habría sido por los nervios? Sacudió la cabeza nuevamente, no tenía tiempo para pensar en sí mismo. Pasó a desvestir a Bakugo, todo su cuerpo estaba perlado en sudor, húmedo, y a una temperatura peligrosa. Kaminari registró una temperatura de 39, que Bakugo luchaba por resistir. "Si no fuese la abeja reina, estaría muerto", pensó Kaminari mientras buscaba unas compresas frías especiales, eran unas pequeñas bolsillas que con solo "tronarlas" y agitarlas se inflarían un poco y serían lo mismo que una almohadilla con agua helada. "Las abejas resisten temperaturas altas, son criaturas que necesitan calor... pero esta es su primera vez", analizó Kaminari mientras acariciaba su mejilla, dejando las bolsillas distribuidas de manera estratégica, a manera que Bakugo pudiese sentir algo de alivio. En efecto, siendo esta la primera vez que experimentaba sensaciones así, su cuerpo entraría en shock, ya que sus dos naturalezas estaban dando la señal de empezar a moverse para crear una sola, el ajuste tomaría tiempo, sería algo muy duro en sus primeros intentos. Kaminari empezó a leer los archivos para aprender más del tema... Bakugo, por lo que leía, estaba en la primera etapa en donde los genes de reina empezarían a buscar emerger, "la abeja reina será viable y exitosa cuando se presente su primer 'celo', de lo contrario morirá", había leído en uno de los trabajos que el profesor Aizawa había redactado personalmente. "Sin embargo, estas serán las primeras etapas, que marcarán un inicio para la verdadera transmutación física, que implicará un cambio fisiológico, bio-químico y conductual. Como una especie demasiado joven para concebir pero que comienza a dar señales de adultez, estos serán los primeros pasos. La abeja reina en este estado aun no será capaz de concebir, en orden de que sus genes sigan desarrollándose y se integren para mejor adaptación hará falta convivencia con los Zánganos, que sacarán a flote el resto de lo que yace 'dormido'; es de suma importancia mantener en constante vigilancia al sujeto que sea portador del gen de reina, su cuerpo enfrentará cambios bruscos, prácticamente dicotómicos de un momento a otro". Eso había leído Kaminari, y esas serían sus próximas tareas.

"Entonces, el gen de reina se desarrolló en ti...", Kaminari se acercó y lo observó "No lo sabía, no tengo manera de saberlo, mi naturaleza nunca reaccionaría a la tuya, y si no lo sabía, si apenas despiertan tus genes... ¿por qué me pareces tan hermoso? ¿Por qué en ti encuentro tantas definiciones que solo son para humanos?"

Bakugo abrió los ojos, sintiendo el alivio por las compresas frías. Pidió agua, Kaminari lo levantó con dulzura, tomó tragos de agua de una botella que estaba en el estante junto con otras cosas, y acercó sus labios, dejando que Bakugo bebiese el agua que tan desesperadamente necesitaba. Sus lenguas se tocaban suavemente a veces, Kaminari suspiró, se sentía bien, ¿qué era esto? No tenía idea, en algún punto sus ojos se habían cerrado, había dejado de darle agua, solo seguía así, conectando sus labios, yendo y viniendo, acariciando el cabello de Bakugo; Bakugo se había aferrado a él, como si algo en su interior le indicase que no deseaba realmente agua, no más, lo que deseaba estaba ahí, y quería más, exigía más, debía ser todo para él, para nadie más... No podía parar. No se sentía él mismo, y no era él mismo.

Proyecto colmenaWhere stories live. Discover now