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El silencio de la noche artificial, todos dormían, por fin podría tener algo de paz. Las noches, por artificiales que fueran, se habían vuelto sus predilectas, porque aun si los otros tres se comportaban extraño, de cierta forma seguían limitados, o al menos parecían sucumbir sin falta al sueño nocturno... Bakugo no entendía por qué él nunca tenía mucho sueño, pero tampoco tenía muchas ganas de cuestionarse muchas cosas, aunque eso era su papel cuando todos parecían centrarse en tonterías, no por ello estaba interesado en saber qué le sucedía a su cuerpo, era aterrador, realmente aterrador. Observando sus manos, se preguntó: "si cambia mi cuerpo, ¿dejaré de ser yo mismo?"; somos lo que somos, se decía, por lo que somos más que por quienes somos. Si su cuerpo empezaba a cambiar, y él cambiaba, ¿qué se supone que debería hacer? No quería no ser él, no quería ser alguien más, quería dejar de cambiar, antes de terminar hecho alguien que su memoria no pudiese reconocer.

Intentando escapar de sus pensamientos negativos, se puso de pie de un salto y salió de su habitación, había alguien a quien quería ver, alguien con quien quizá podría hablar de esto. Se sentía un imbécil mayor a cada paso que daba; no podía creer que estuviera teniendo este tipo de problemas, él, Bakugo, quien jamás había cuestionado su identidad, que siempre estaba tan certero de su identidad y todo lo que significaba; ahora todo era confuso, todo era nebuloso, escapa de sus manos, su identidad, su papel en el mundo, todo había sido destrozado y lo poco que quedaba intacto estaba siendo torcido a la fuerza, rescrito más allá de su voluntad, ¿qué diablos significaba la libertad a estas alturas? Nada, no significaba nada.

—Kaminari —llamó a la enfermería, y la puerta se abrió—... ¿Qué te pasa?

La sonrisa de Kaminari se había esfumado, lucía... ¿cansado? No sabía cómo era posible, pero su aspecto era terrible, como si su energía estuviera a la mitad de su capacidad; parecía preocupado por algo, y ahí fue cuando Bakugo sintió ganas de reír de la ironía. Se había burlado de él, había dicho que era imposible para una maquina ser tan humano, y, de todas formas, los dos parecían estar en el mismo lugar, conectados por el mismo sentimiento, por la angustia de lo que estaba por pasar, que, por desgracia, solo era desconocido para uno de ellos.

—No es nada, solo no me he sentido... —Kaminari sonrió, una sonrisa amarga, como quien va a decir un mal, mal chiste— yo mismo.

—Lo mismo —respondió Bakugo, observando al suelo, una mueca en su rostro mostraba cierta terquedad, como queriendo hacerse el duro, pero no duró mucho, se cayó a grandes pedazos, pronto la tristeza embargó su cara, y en sus ojos se notó la ansiedad de la que era preso—... Vamos, no quiero estar aquí.

Kaminari aceptó y se marchó con Bakugo, salieron del edificio sin hacer mucho ruido y caminaron un buen rato, hasta que finalmente "le dieron la vuelta al mundo", su pequeño mundo, su preciosa jaula de exóticas cualidades, su infernal paraíso. Bakugo tomó asiento sobre la ahora fresca arena, podía sentir el viento en su rostro, observaba una falsa luna brillar y el suave movimiento de esas increíbles olas falsas no cesaba en ningún momento. Kaminari tomó asiento a su lado, giró un poco, observaba a Bakugo, observaba ese rostro angustiado, ese cuerpo tenso, sus signos vitales estables pero todo su estado anímico hecho trizas... apartó la mirada. ¿Cómo podía decirle? Tenía que decirle, tenía que decirle todo lo que sabía... pero era imposible, si lo hacía las palabras no saldrían, sus programas habían sido configurados de manera que nada al respecto se escapara de su lengua. La impotencia estaba volviéndole loco, ¡y eso era un disparate por si solo! ¿Cómo él podría volverse loco? Y de ser así, ¿qué más daba? Él era una maquina extraña, pero Bakugo... él era una vida única, maravillosa, irrepetible... si lo perdía, no volvería a verle, jamás.

—Entonces, ¿qué te preocupa? —preguntó Kaminari, sintiéndose extrañamente miserable por atreverse a intentar ayudar a estas alturas.

—Yo... —Bakugo dudó un momento, no estaba seguro de si quería decirlo, de si quería enfrentar esa realidad; pero prometió que no se dejaría detener por nada, y eso significaba enfrentarse a sí mismo, a sus emociones y a todos los miedos en su corazón, sin importar qué tan horrible fuesen— No quiero dejar de ser yo, me preocupa dejar de ser yo.

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