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Desde aquella noche donde se conocieron oficialmente, Otabek había podido mantener el contacto con el rubio, poco a poco Yuri había dejado su actitud desconfiada, al principio no terminaba de creer que las intenciones del kazajo eran buenas. Pero Otabek se había ganado la confianza de Yuri.

Al principio solo hablaban por teléfono, hasta que el ruso no terminó de confirmar que no iba a vender sus órganos en el mercado negro no aceptó ir a su casa.

Y ahora no quería salir de ahí.

Sus padres eran muy escandalosos y no tenía tranquilidad. Antes se escondía en casa del chino, pero ahora pasaba la mayoría del tiempo con su novio y se aburría solo.

Incluso se había llevado su videoconsola y juegos para cuando estaba allí. Otabek algunas veces jugaba con él, aunque la mayoría de las veces simplemente planificaba las canciones que iba a utilizar. Ahora que no tenía clase su trabajo en la discoteca había aumentado notablemente.

El piso de Otabek no contaba con aire acondicionado, solo tenía un ventilador, pero al menos su hogar era bastante frío, en invierno lo pasaba mal, pero en verano estaba bien. El problema era que Yuri odiaba el calor, por lo que ahora Otabek tenía su congelador lleno de helados y bolsas de hielo que ponía delante del ventilador en un intento de que el aire fuera algo fresco.

A principios de julio, un día entre semana de vacaciones que por suerte Otabek tenía libre en la tarde, ya que por la mañana estuvo en su otro trabajo en un mini mercado, Yuri apareció en su casa, con sus pantalones cortos y el pelo recogido en un descuidado moño.

Y aún así era guapísimo.

Él tenía que preparar aún algunas cosas para el fin de semana, así que dejó que el rubio jugara a su videojuego mientras él tenía puestos sus cascos. Pero no podía concentrarse. Yuri lo distraía con su sola presencia.

Llevaban ya dos semanas con esa dinámica de Yuri llegando a su casa sin avisar y apropiarse de su salón y de su sofá. No hablaban mucho pero en ese tiempo Otabek no solo confirmó sus sentimientos por el rubio, si no que se afianzaron.

Ese ruso malhablado lo traía de cabeza, simplemente llegaba, hacía lo que quería y Otabek no podía quejarse porque estaba realmente loco por él.

No iba a decir que estaba enamorado, porque hacía muy poco tiempo que se conocían, pero estaba totalmente seguro que podría caer por Yuri de una manera que nunca antes le había pasado.

Ese chico lo tenía todo, era como un sueño hecho realidad, tenía todo lo que siempre había buscado en una pareja y no quería dejarlo escapar. Por eso llevaba varios días pensando que debía confesarse de una vez. Y había pensado un montón de formas para hacerlo, pero simplemente no era él mismo si buscaba algo elaborado.

El mejor momento era mientras estaban tranquilamente en su piso haciendo cualquier cosa.

Como ahora mismo.

─Yuri ─le llamó quitándose los cascos, él apenas le hizo un gesto─. Me gustas ─confesó simplemente, Yuri apenas le hizo caso cuando lo escuchó.

─Ya.

─De una forma romántica ─especificó y ahora sí obtuvo la atención del rubio. Pausó el juego y le miró sorprendido.

─¿En serio? ─Otabek asintió─ ¿Por qué?

─Hay muchas razones ─se explicó escuetamente, aunque no fue suficiente para Yuri─. Me gusta que seas tan fuerte y decidido, que no dejes que otros te controlen ─sonrió apenas sin mirarle─, que sigas tu propio camino ─Otabek se refería a la elección de estudios de Yuri, le dio igual que sus profesores y familiares pensaran que estaba desaprovechando su inteligencia, él quería estudiar lo que más le gustaba, no importaba si no era medicina o alguna ciencia─. Me gusta también que no te haga falta nadie para conseguir tus metas, que seas tan independiente...

Little PervertWhere stories live. Discover now