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Narradora's Pov

A pesar de su pelea, las vidas de los perdedores debían continuar, no tenían tiempo para estar llorando por sus estúpidas peleas.

Stanley ya había celebrado su tan esperado Bar Mitzvah, teniendo como invitados a Sarah y Richie, quiénes no fueron de mucha ayuda.

El chico había finalizado su discurso en otro idioma, haciendo que todo el lugar lo aplaudiese.

—¡Ese es mi risitos de oro! —exclamó Sarah, aplaudiendo con fuerza

—¡Tú puedes, cabeza de fideos! —vociferó Richie, soltando grandes carcajadas

El padre de Stanley los fulminó con la mirada, mientras que el mencionado reprimía ciertas risas al ver a sus amigos en tal situación.

—¡Volveremos, cariño!

—¡Te extrañaremos mucho, judío!

Mike seguía sin querer matar a una pobre e indefensa oveja, pero por la gran presión de su viejo abuelo, lo hizo, la había asesinado y no podía estar más arrepentido de aquello.

Eddie no hacía nada de su vida. Su ridícula madre no lo dejaba salir, ni hablar o hacer algo con sus amigos, con la excusa de que debía cuidar su salud; solo le permitía ir a retirar sus medicamentos, los cuales descubrió que eran una estúpida farsa y de la peor manera.

—¿Sabes que son placebos? —preguntó Greta haciendo un gran globo con su chicle rosa

Edward la miró extrañado, ¿de que hablaba la idiota?

—¿Que son placebos?

—Mentiras, eso son los placebos —sonrió con arrogancia, para luego dirigir la mirada a su yeso blanco y fingir tristeza—. Oh, ¿nadie firmó tu yeso?

—Planeaba mantenerlo limpio —explicó el menor, sintiéndose intimidado por la presencia de la rubia.

—Yo lo firmo —comentó achicando su globo de chicle.

Tomó un plumón negro y comenzó a escribir en grande "Loser", haciendo que Eddie se sintiera mal.

Minutos después, el padre de la chica llegó, entregándole sus medicamentos, haciendo que éste pudiese irse, lejos de aquella rubia molesta.

Ben se sentía como al comienzo del año, solo y sin amigos, encerrado en la biblioteca todos los malditos días, teniendo que soportar los comentarios tontos de la bibliotecaria preguntando por sus amigos y vida social.

Bill estaba completamente triste. Había perdido a su hermano, y ahora a sus amigos y la chica que le gustaba. Y todo había sido por su culpa.

Sarah y Beverly intentaban no pensar en lo sucedido, estando la una para la otra, viéndose todos los días y compartiendo distintos momentos, como estaba por suceder en unos instantes.

Beverly se preparaba para salir de su casa e ir a ver a Sarah, pensando que su padre estaba dormido, hasta que su voz la frenó:

—¿A dónde vas, Bev?

La pelirroja insultó mentalmente, para luego voltearse y mirar a su progenitor.

—Iré a ver a Sarah.

—Muchos en el pueblo se han acercado a decirme cosas —comentó tomando el brazo de la chica—, sales con un montón de muchachos mientras eres la única chica en el grupo.

—No hacemos esas cosas, sólo somos amigos —explicó comenzando a tener miedo—. Te lo juro.

—¿Sigues siendo mi bebé?

—No.

—¿Qué dijiste? —preguntó el mayor frunciendo el ceño

—¡Dije que no! —vociferó deshaciéndose del agarre de su padre

Comenzó a forcejear y patear con sus mayores fuerzas, logrando escapar y esconderse en el baño.

El hombre abrió la puerta de éste y cayó desmayado al ser golpeado por Beverly con la tapa del retrete.
Con las intenciones de llegar con su amiga, se dió la vuelta pero cierto payaso la llevó con él.

Sarah, quien ya estaba cansándose de esperar, llegó a la casa de la pelirroja. Estuvo a punto de tocar la puerta, pero ésta se abrió por si sola.

—¿Beverly?

Empezó a caminar, intentando hacer el menor ruido posible, pero se terminó tropezando con una lata haciendo un gran estruendo.

—Mierda.

Se levantó con rapidez, caminando por el pasillo, dirigiéndose a la única puerta que estaba abierta, el baño.
Al entrar, pudo visualizar al padre de su amiga con un gran charco de sangre rodeándolo.

Se encogió de hombros y comenzó a caminar hacia la habitación de su amiga, sin encontrar nada. Volteó, con las intenciones de volver a su hogar pero una voz llamó su atención.

—Vas a flotar, Sarah.

Bill, quién pasaba por la casa, pudo ver como Sarah entró y nunca salió. Con preocupación, subió las escaleras y asomó la cabeza con cuidado.

Observó todas las habitaciones de arriba a abajo, hasta llegar al baño.
Pero no fue el padre de Beverly lo que lo asustó, sino el mensaje escrito con sangre.

"Morirán si lo intentan".

Con una gran velocidad, regresó a su hogar, alertando a la mayoría de sus amigos.

Eddie acababa de cortar la llamada, dirigiéndose con seriedad a la puerta.

—¿A dónde vas, bebé?

—Con mis amigos —respondió el menor con sequedad.

—Sabes que no puedes, debes recuperarte —habló su madre con una sonrisa fingida—. ¿Trajiste tus medicinas?

—¿Medicinas? —rió con ironía— ¿Cuáles medicinas? ¿Los placebos? ¡Mentiras!

La expresión de la mayor cambió radicalmente.

—Lo hice para protegerte, Eddie —explicó con torpeza.

—¡No! —gritó Kaspbrak con enojo— ¡Mis amigos querían protegerme! Y por tu culpa, ¡tu maldita culpa! Les dí la espalda.

Abrió la puerta con fuerza, dirigiéndose a tomar su bicicleta.

—¡No puedes hacerme ésto, Eddie! ¡Vuelve!

Por otro lado, en el Arcade. Bill estaba intentando hacer entrar en razón a Richie, quién no dejaba de mirar su juego e insultarlo.

—¿De que hablas, B-Bill? —se burló con crueldad

—Eso, Richie —murmuró el castaño con brusquedad—. Tiene a Sarah y a Beverly.

una nueva loser ; bill denbrough Where stories live. Discover now