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Llevaba dos semanas trabajando con Siena

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Llevaba dos semanas trabajando con Siena. Dos semanas de mucho y pesado trabajo. Pero él estaba feliz, era el trabajo de sus sueños. Y había pegado su primera renta sin ayuda de sus padres. Eso era un gran paso para él y para su independencia.



Llegó temprano a su trabajo. No era de extrañarse, el ojiazul siempre llegaba temprano. Lo que si era extraño, es que Siena estuviera antes que él en la oficina, aparte de que se oían dos risas infantiles.



Entró a la oficina de su jefa, siendo recibido por las risas de dos niños. Por el parecido que tenían con Siena, pudo deducir que eran sus hijos.



- Buenos días, señora Styles. - saludó con una sonrisa- ¿Quiere que vaya por su desayuno? - preguntó desde la puerta.



- Sí, Louis. Pero quiero que agregues, dos jugos de naranja, un pedazo de pastel de zanahoria y un sándwich sin tomate. - Louis anotó todo, como si de una camarera se tratara.



- En un momento vuelvo. - salió de la oficina. Iba rápido, no quería perder el tiempo.



Tomó el ascensor y bajo hasta la primera planta. Corrió hasta llegar al restaurante donde compraba el desayuno de su jefa. El pedido de ella siempre estaba listo, pero esa vez tuvo que esperar, ya que pidió otras cosas.



Llevaba mucho tiempo perdido. Corrió hasta la empresa, tomó el ascensor, solo una persona iba con él, no notó quien era. Estaba muy concentrado en no botar nada y en llevar todo lo que se le había pedido.



Llegó a su piso, al parecer la persona que iba con él, también se bajaría ahí, al salir del ascensor se tropezó con sus propios pies, haciendo que todo cayera al suelo. Se sintió muy avergonzado, todos los trabajadores de su piso, tenían la mirada clavada en él. Estaba lleno de jugo y café, quiso ignorar el ardor que sentía en su pecho, producto del café caliente y la vergüenza.



- ¿Estás bien?- preguntó una voz ronca, detrás de él. Louis rápidamente se paró y asintió sin querer ver a aquel hombre. Sus mejillas estaban rojas por la vergüenza.



- Si, señor. Gracias - dijo suavemente, no quería que el hombre notara su voz quebrada. Quería llorar. Louis era realmente sensible. Tal vez sus compañeros no se estaban riendo en voz alta, pero sabía que en el interior se reían a carcajadas.



- No, eres bueno mintiendo, pequeño.



¡Dios! Esa voz. Ese estúpido apodo. No podía ser posible. Estaba alucinando. Seguramente el café había quemado sus neuronas también.



Dirigió su vista al hombre que estaba atrás de él. Tenía mucho parecido, pero no podía ser posible. Tenía el cabello color chocolate, sí, pero era corto. Era alto como una jirafa, sí, pero vestía un traje. Sus ojos eran color verde, su sonrisa era deslumbrante y sus hoyuelos estaban bien marcados, sí, y eran perfectos. ¡No, Louis! ¡No!

Simplemente... Louis |l.s| Where stories live. Discover now