Silba

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Silba

Cuando el sol estaba en lo alto del cielo Daryl se desvió fuera de la carretera, donde paró la moto ocultándola entre la espesura de los árboles, que comenzaban una decena de metros alejados de la calzada.

—¿Has ido de caza alguna vez? —preguntó cogiendo su ballesta de la espalda, a lo cual la chica contestó negando con la cabeza —Lo suponía, espera aquí. Voy a ver si consigo algo para comer.

—Tenemos provisiones...

—Será mejor que siga siendo así —comentó él echando una mirada al bosque—. Si pasa algo silba.

—Eso lo dudo —dijo ella abriendo mucho sus ojos castaños—. No se silbar.

—¿Estás de coña? ¿Cómo coño no vas a saber silbar? —ante el escepticismo del cazador ella junto los labios y soltó aire, emitiendo un sonido qué como mucho se parecía al viento entre los árboles —No, mira, tienes que poner los labios así —se presionó el labio inferior con la lengua soltando aire y emitiendo un sonido agudo pero flojo a propósito.

—Así sé menos, créeme. Si pudiera silbar, sabría silbar...

—Está bien... Como sea —dijo él.

Mara se acercó a uno de los árboles y se subió a él con agilidad, solía esperar siempre en los árboles, lo encontraba más seguro. Pero Daryl no la había visto comportarse así desde que la conocía y se quedó mirándola un tanto sorprendido.

—No sé silbar, pero sé trepar —dijo ella desde la rama.

—Cojonudo... —comentó él por lo bajo, alejándose—. Tú espera, tal vez me lleve un tiempo —dijo antes de perderse entre los árboles.

Fijándose en el paisaje y escuchando los ruidos del bosque, Mara esperó un rato y al poco dejó salir la angustia que la acompañaba, debía dejarla salir y agradeció que Daryl se hubiera alejado para poder hacerlo a solas. Casi no había tenido tiempo de sentir el vacío y el dolor durante todo el día, la culpabilidad y el miedo lo habían solapado. Lloró en silencio un rato, luego se calmó. Pensó en su discusión con Daryl en la gasolinera y se dio cuenta de que realmente se había comportado como una idiota con él. Si no quería hablar ella no tenía que forzarle, y aún menos obligarlo a aguantar su consuelo si él no lo pedía. Ella se había sentido bien cuando él la había consolado, pero ciertamente ella añoraba esa calidez familiar de la que había sido despojada, pero él no, seguramente le resultaba imposible, no se puede echar de menos lo que no se ha tenido. Se prometió a si misma respetar su forma de ser y sentir. Era lo menos que podía hacer para compensarlo.

—Ya tenemos comida —dijo Daryl, al aparecer con un par de ardillas colgadas al hombro.

—¿Vamos a comernos a Chip y Chop*? —dijo con reparos.

—¿Es qué preferías a Bambi o a Tambor? —contestó divertido.

—Visto así... —dudó—. Haré fuego —Daryl asintió.

No tardaron mucho en ponerse a comer, aunque Mara seguía mostrando recelos para comerse a las ardillas, pero prefirió no demostrarlo, ya que Daryl se había esforzado en conseguirlas.

—Oye, ¿dónde aprendiste a defenderte como cuando estábamos en la moto? No lo hiciste mal —preguntó mientras comía un poco de carne.

—Mi padre era profesor de Karate, pasé mi infancia y adolescencia en un Tatami haciendo Katas** —explicó ella desmigando la carne con los dedos.

—¿Eras buena? Digo, ¿ganaste medallas o algo?

—Sí, pero no me gustaba competir, bueno...no me gustaba no ser la mejor y me agobiaba mucho en las competiciones, así que con nueve años pedí no acudir a más torneos.

Flor Eterna © (The walking dead 3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora