En teoría, la vida de Terra debería de ser más fácil ahora. Su hermano kanima ya no está, tiene a los mejores amigos del mundo e Isaac está enamorado de ella. Sin embargo, su vida perfecta está a punto de tambalearse.
El pasado ha regresado por ell...
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—SI TE parece muy riesgoso, no lo hagas —dijo Derek. Terra asintió, por primera vez de acuerdo con él.
—Tengo que hacerlo —musitó Isaac, quitándose la camisa para adentrarse a la tina.
Terra estaba demasiado preocupada como para admirar la vista, lo cual decía claramente que estaba al borde del colapso, con ganas de tomar a Isaac del cuello y arrastrarlo lejos de ahí.
Isaac se sumergió en la tina de metal llena con hielos, soltando el aire al sentir el impacto.
Entre Terra, Derek y Scott lo tomaron de los hombros y lo sumergieron con fuerza. El rostro de Isaac tocó fondo, y luego salió a la superficie salvajemente, iluminando sus ojos de dorado y enseñando los colmillos, rugiendo.
—Sumérjanlo —ordenó Deaton. A regañadientes lo obedecieron.
El corazón de Terra se rompió al notar cómo Isaac forcejaba para salir, como si batallara con su propia vida. Los dedos de Isaac se aferraban al borde de la bañera mientras pateaba con fuerza intentando salir.
—Sujétenlo —insistió Deaton.
—¡Eso intentamos! —gruñó Derek. Incluso Stiles les estaba ayudando, pero Isaac estaba frenético.
Finalmente, sumergido, Isaac dejó de moverse. Lentamente lo soltaron. Su cuerpo salió a flote, e Isaac abrió la boca, respirando.
—Ahora, recuerden, solo le hablaré yo —indicó el veterinario, observando sobre todo a Terra y a Derek—. Muchas voces lo confundirán y lo harán salir —esperó a que Terra asintiera para poder hablar—. Isaac, ¿me escuchas?
—Sí —jadeó Isaac, con los ojos cerrados—. Lo escucho.
—Soy el Dr. Deaton. Quiero hacerte unas preguntas. ¿De acuerdo?
—Sí.
—Cuéntame sobre la noche que encontraste a Boyd y a Erica —un relámpago se escuchó a la distancia—. Quiero que lo recuerdes con el mayor detalle posible, como si estuvieras ahí.
—No quiero hacerlo —dijo Isaac, sonando aterrado. A Terra se le hizo un nudo en la garganta—. No quiero hacerlo. No quiero hacerlo —las luces parpadearon.
—Isaac, está bien —musitó Terra, ignorando cómo Deaton la fulminaba con la mirada.
—Terra jadeó Isaac.
—Estoy aquí. Todo está bien —dijo suavemente, ignorando las miradas de los demás que probablemente nunca la habían visto hablar de esa manera. No podía culparlos, solo hablaba así cuando estaba con Isaac—. Cálmate. Son solo recuerdos. No pueden hacerte daño.
—Terra, no quiero hacerlo —insistió Isaac, su voz goteando pánico, temblorosa.
