En teoría, la vida de Terra debería de ser más fácil ahora. Su hermano kanima ya no está, tiene a los mejores amigos del mundo e Isaac está enamorado de ella. Sin embargo, su vida perfecta está a punto de tambalearse.
El pasado ha regresado por ell...
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—Hola, bebé —saludó Isaac a Terra, abriendo la puerta del auto de su novia. Terra le sonrió, inclinándose para darle un beso de saludo.
—¿Bebé?
—No lo sé, quiero ponerte un apodo pero no sé cuál —admitió Isaac. Terra puso los ojos en blanco, aunque la enorme sonrisa en su rostro la delataba.
—¿Bebé es la única propuesta? —preguntó Terra, encendiendo su auto, manejando hasta la preparatoria de Beacon Hills.
—¿Cariño?
—Nop.
—¿Terroncito de azúcar?
—Ugh, paso.
—¿Chocolatito?
—Mejor dame un balazo.
—¿Pastelito?
—¿Por qué todos los apodos tienen que ser sobre comida? —Terra negó con la cabeza, mirándolo de reojo—. Nop, tendrás que pensar en algo mejor. Hasta ahora, soy Terra para ti.
—Tú me dices amor —pensó Isaac en voz alta—. Podría decirte amor.
—No, no seas un copión. Piensa en algo original.
—Terra, no lo hagas difícil.
—Nop. Busca otra cosa porque no cederé. Yo te digo amor y nada más.
Isaac soltó un gran suspiro exagerado, mirando a Terra con falsa seriedad antes de soltar una carcajada.
—Si así van a ser nuestras peleas, no puedo esperar a pasar el resto de mi vida contigo.
—No te me pongas cursi, Lahey —se burló Terra, mirando de reojo a Isaac con una suave sonrisa en los labios.
—Adoras cuando me pongo cursi —le recordó Isaac—. Te conozco bien.
—Y yo te conozco aún mejor porque sé que solo estás intentando distraerme para que no piense en que Brandon va a estar en la escuela hoy y me lo tendré que topar —musitó Terra, fingiendo tranquilidad.
Isaac se puso completamente serio.
—No voy a dejar que se te acerque, Terra. Hablo en serio. Te acompañaré a todas tus clases, te dejaré en la puerta y regresaré por ti. No voy a dejar que estés sola en ningún momento.
—Puedo defenderme a mí misma, ¿sabes? —suspiró Terra, aunque Isaac sabía perfectamente que le encantaba que cuidara de ella.
—Déjame ponerme sobreprotector, ¿sí? Además, te acabas de hacer manicure y sé que odiarías romperte una uña.
—Si no fuéramos tarde, en este momento detendría el coche y te besaría hasta que olvidaras tu propio nombre.
—¿Por qué llegaste tarde? —preguntó Isaac, tratando de cambiar el tema de nuevo.
