Día 1. Deep-throating

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Los paladines habían recibido varias señales de alarma provenientes de puntos del universo bastante dispares. La mayor parte había acudido a solas para enterarse de qué podría estar ocurriendo, sin embargo, Shiro se empeñó en acompañar a Keith. Así pues, los dos montaron en el León Negro y pusieron rumbo a un planeta desconocido. El viaje transcurrió sin problemas, fue un poco más largo de lo que esperaba cualquiera de los dos a causa de una pequeña sobrecarga del generador de agujeros de gusano, pero decidieron aprovechar para hablar un poco.

  -Ya que parece que vamos a tardar todavía un rato en llegar -dijo Keith-, ¿por qué no me cuentas qué haces aquí?

  -¿Acompañarte?

  -Pero ¿por qué? Puedo manejar algo como esto yo solo perfectamente.

  -¿Acaso molesto? -preguntó Shiro, conociendo de antemano la respuesta.

  -Tú nunca molestas. Es sólo que siento que no confías en mí.

  -Claro que confío en ti, tonto, lo sabes -replicó el japonés-. Pensé que sería una buena oportunidad para pasar algo de tiempo juntos, ya que es un planeta deshabitado y la alarma de ayuda es falsa.

  -Vale... ¡¿Cómo que es falsa?!

  -Sí, esta mano galra es capaz de hacer muchas cosas.

  -Esa no es la respuesta que buscaba -le reprochó el medio alienígena-. ¿Quién eres tú y qué has hecho con Shiro?

  -Keith, estás sacando las cosas de contexto...

  -Shiro, eres el maldito héroe del universo, ¿por qué has hecho algo así? Tu deber, y el de todos, es el de prot...

  -Que le den al universo -lo interrumpió el mayor, inclinándose sobre él-, tú y yo también tenemos derecho a pasar un rato juntos sin que nadie nos interrumpa.

  -¿Y en serio te pareció la mejor idea?

  -No, pero no tenía muchas más opciones. Keith, sólo quería que pasemos un rato a solas. Lo entenderé si decides volver al Castillo de los Leones.

  -A ver -dijo el menor-, ya que te has tomado tantas molestias... Aunque no será mucho tiempo y no llegaremos hasta el final, ¿de acuerdo?

  -Me parece perfecto. Mira, el planeta es ese de ahí, el naranja.

En cuestión de segundos estaban aterrizando en la superficie del planeta. Ya lo habían notado según se aproximaban, pero la temperatura era particularmente alta, más de lo que el paladín negro había predicho que sería. Ni siquiera bajaron de la nave, en cuanto pisaron el suelo Keith se abalanzó sobre Shiro y empezaron a besarse. El paladín rojo no quería permanecer allí más tiempo del necesario, el calor le resultaba un poco incómodo y, además, sabía cómo funcionaban Shiro y él en temas de cama, y si empezaban, podían no terminar en horas. Por ello, se apresuró a lanzar sendos cascos al suelo y bajarle los pantalones.

  -Keith, ¿qué vas a...?

  -Calla y disfruta.

El medio galra se introdujo el miembro del asiático en la boca y le agarró con fuerza las nalgas. El que tenía un mechón blanco ahogó un gemido y se aferró a los cabellos del menor. La lengua del chico se movía con una agilidad propia de un veterano, que lo era, y el pene del japonés no tardó en endurecerse. Keith depositó unos suaves mordiscos en él que lo hicieron suspirar más alto. Y tras una buena dosis de cariño durante la cual el más pequeño aprovechó para masajear de forma sugerente su trasero, a Shiro no le faltaba mucho para correrse. De manera instintiva dio inicio a una serie de embestidas dentro de la boca de su amante, quien no parecía incómodo con la inesperada situación. El paladín negro empezó a gemir cada vez más fuerte, mientras que el piloto del León Rojo dejaba escapar también dulces gemidos, aunque estos morían ahogados. Al cabo de un rato en el que la actual cabeza de Voltron había pasado de controlar lo que sucedía a encontrarse sometido a las acciones del otro, una bomba de líquido blanco le explotó en la cara. Entonces, el de cabello negro quedó libre y con un fuerte ataque de tos. Un hilo de semen le bajaba desde el labio, y sus mejillas y nariz mostraban manchas del mismo.

  -Lo siento -dijo Shiro-, creo que me he pasado. ¿Estás bien?

  -S-Sí, pero la próxima vez podrías avisar, que casi me ahogo.

  -Perdona -se excusó, arrodillándose cerca.

  -No pasa nada. Además, eso que has hecho ahora... no ha estado mal.

  -¿Ah, sí? Quizá deba hacerlo también la próxima vez.

  -Pensaba que harías algún comentario para burlarte de mí -habló Keith.

  -Cariño, tienes la cara llena de mi semen -comentó el mayor, tratando de contener una carcajada-, creo que ningún comentario es capaz de mejorar esto.

  -Tú ríete, pero tendrás que ser tú quien me la limpie si quieres una continuación de esa maravilla de mamada que acabo de hacerte por el amor al arte.

  -¿Continuación? ¿Y qué pasa con el universo?

  -El universo puede esperar.

Kinktober [Sheith]Where stories live. Discover now