Día 4. Mirror sex

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Lo cierto era que aquello había comenzado como un entrenamiento normal y corriente. Shiro había entrado mientras Keith peleaba contra el gladiador, y no pudo evitar unirse a la lucha al darse cuenta de que el chico, como de costumbre, había sido demasiado ambicioso y había configurado al robot en un nivel muy complicado, sobre todo para una sola persona. Activó su brazo galra y golpeó al gladiador antes de que alzase su arma contra el menor, quien no dijo nada y le dedicó una de sus sonrisas mágicas. Exacto, de esas que solo le dedicaba a él, a Shiro, porque era alguien especial, su alguien especial. De ese modo, sin cruzar ni media palabra, continuaron la batalla mano a mano, demostrando una vez más que poseían una sincronización fuera de la norma, siendo capaces de predecir el momento exacto en que uno iba a necesitar defensa y cuándo saldrían más beneficiados de un ataque conjunto. Verles pelear era, simplemente, un espectáculo digno de admiración. Lance había ido a entrenar con ellos en una ocasión y decidió no volver nunca más mientras la sala de prácticas fuese suya. Quizá su pequeño orgullo salió herido al comprobar que no tenían rival en lo que a sincronización se refería. Y eso se podía referir al campo de batalla, pero también... a lo que se encontraba más allá, que es donde terminaron después de machacar con mucho esfuerzo al robot, aunque, en su defensa, las cosas ocurrieron por casualidad.

La máquina golpeó a Keith, lanzándolo lejos. El mayor logró asestarle el golpe final, sin embargo, lo que ninguno esperaba era que el medio alienígena hubiese aterrizado sobre un compartimento secreto que accionaba en la sala de entrenamiento una especie de espejo. Especie porque no era un espejo como los de la Tierra, poseía un particular color azulado, como el teludav, pero era más opaco y grueso. Los paladines lo observaron curiosos al principio, y lo tocaron con cuidado, solo para asegurarse de que no era nada peligroso, porque en ese lugar quién se fiaba.

  -Está frío -dijo el de cabello casi cano.

  -No como nosotros -comentó el moreno, esbozando una sonrisa picarona.

  -Espero que no estés pensando lo que creo que estás pensando.

  -¿Qué crees que estoy pensando?

  -Que quieres que te ponga contra este espejo tan raro.

  -Me encanta lo bien que me lees la mente -rio el joven, posando la mano sobre la de su compañero-. Nos vendría muy bien desfogarnos un ratito, Takashi, para quitarnos de encima todo este calor.

  -Eso es jugar sucio -replicó el japonés, acercándose tanto al menor que lo pegó al cristal y sus pelvis chocaron-, sabes que no puedo resistirme cuando me llamas por mi nombre.

  -Pues no te resistas, de hecho, si querías resistirte, siento ser yo quien te diga que lo estás haciendo fatal porque la tienes durísima ahora mismo.

Shiro sonrió y sujetó el mentón de Keith para devorar con lujuria sus labios, fundiéndose ambos en un beso salado a causa del sudor y desesperado debido a su elevada temperatura corporal. Sin pensárselo dos veces, el asiático dio la vuelta al chico, pegándolo contra el peculiar espejo que acaban de encontrar y aprisionando sus muñecas contra él.

  -Me encanta cuando te pones fiero, Takashi.

  -Como me sigas llamando Takashi -advirtió el mayor, colando una mano bajo su camiseta y depositando un mordisco en su cuello-, vamos a despertar a toda la nave, y eso puede ser un problema.

  -Hazme gritar. No les dejemos dormir esta noche.

Sucedió rápido, más de lo que cualquiera de los dos habría podido imaginar. En un abrir y cerrar de ojos se hallaban desnudos por completo, con el moreno mantiendo las manos en el cristal y su amante masturbándolo con la mano galra mientras frotaba su notable erección contra su trasero, que se mostraba receptivo y ansioso. El cuerpo delgado del paladín rojo se había llenado de marcas enrojecidas y restos de saliva ajena, y su boca se había convertido en un altavoz que reproducía gemidos todo lo alto que podía. El muchacho decía muy en serio lo de no dejar dormir a nadie. Quizá solo le apetecería restregarle a Lance que tenía más vida sexual que él. Sí, lo más seguro es que fuera eso, a Keith le encantaba presumir de Shiro frente al cubano. Además, su pareja no solía tomar el control de la situación de esa manera, así que cuando lo hacía, deseaba disfrutarlo al máximo, agudizando todo lo posible sus sentidos para no perderse ni una caricia, ni un susurro, ni un suspiro de placer.

  -Takashi... -gimió, como sabía que le volvía loco-. Takashi... quiero... quiero...

  -¿Qué? ¿Qué quieres?

Dios, ese lado oscuro de Shiro le ponía demasiado.

  -Dímelo -insistió el japonés, abandonando su miembro y agarrando su mentón, forzándolo a verse reflejado en el espejo-. Mírate y dímelo, ¿qué quieres que haga?

Tragó saliva. Solo esa personalidad oculta del siempre tierno Takashi Shirogane era capaz de someterlo de semejante manera.

  -Quiero que me metas tu maldita polla de una jodida vez -sentenció del tirón para no trabarse en ningún punto de la frase.

El antiguo piloto del León Negro volvió a sonreír y comenzó a introducir su sexo en el interior del chico muy despacio. Lo quería ya, pero tendría que ser paciente. Así era como trabajaba el Shiro secreto que nadie más que él había desbloqueado, y le fascinaba. Cuando ese extraño humor despertaba en noches de pasión como aquellas sentía que se dejaría hacer cualquier cosa por él, de hecho, que no hubiese apartado la mirada del cristal solo porque le había dicho "mírate" demostraba que esa suposición era muy cierta. Y es que no dejó de observar su imagen reflejada ni por un segundo. Se vio ser prenetado y, por primera vez, cómo era su rostro cuando eso pasaba. Se vio a sí mismo moviendo las caderas al ritmo que marcaba quien un día fue el paladín negro, gimiendo en voz alta y entrecerrando los ojos a causa del placer. Nunca se imaginó que un detalle tan absurdo como podía ser verte mientras mantenías relaciones sexuales conseguía cambiar tanto la percepción del acto. Keith le sonrió con lujuria a su reflejo y gimió con fuerza:

  -Takashi, más fuerte.

Kinktober [Sheith]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora