Día7. Praise-kink & aphrodisiacs

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Gracias, Allura. Eso era lo único en lo que podía pensar Keith desde que la chica le regaló un pequeño bote de lo que parecía perfume esa misma mañana. Según ella, se trataba de un antiguo remedio alteano que curaba los males de amor y, en caso de que no los hubiera, ayudaba a mejorar la relación. Por lo que le dijo, solo quería fortalecer el vínculo entre él y Shiro para que, de esa forma, todo el equipo se viera beneficiado. Eso dijo, prefirió creer en su palabra y no darle más vueltas, no sacaría nada bueno indagando en la verdad. Además, estábamos hablando de Allura, ella no le daría algo que perjudicase su relación con el japonés, fuera lo que fuera, no podía ser tan malo, quizá incluso se atreviera a usarlo con Shiro esa noche.

  -Oye, ¿probamos algo nuevo hoy? -interrogó el moreno, sentándose junto con el antiguo paladín negro en la cama.

  -Que curioso -respondió, atrayendo al chico hacia sí por la cintura-, yo estaba pensando lo mismo.

  -¿Ah, sí? ¿Y en qué pensabas, capitán?

  -Pues, verás, ¿qué te parece si hoy me dejas mandar a mí y tú te portas bien?

  -¿Me estás pidiendo que sea un sumiso?

  -Te daré premios si eres bueno -dijo el asiático, acariciando el mentón del menor con las yemas de sus dedos.

  -Eso es muy atrevido, ¿sabes? ¿Se te ha ocurrido a ti solito?

Keith solo pretendía gastarle una broma, darle un empujoncito para que tomase la iniciativa. Tal vez por eso no esperaba la respuesta que obtuvo.

  -En verdad, la idea me la dio Lance.

Toma chorro de agua fría.

  -¿Que qué? -bramó el medio galra, levantándose de golpe-. ¿Me estás diciendo que fue Lance quien te dijo que debería ser tu perrito mientras follamos?

  -Keith, lo estás sacando de contexto. Escúchame, por favor.

  -Te escucharé después de partirle la cara a ese cretino. Le voy a meter lo que me dio Allura por el culo.

  -Espera un segundo, Keith -pidió Shiro, poniéndose en pie también y agarrando con cuidado su muñeca-. Creo que ya sé lo que está pasando. Déjame ver lo que te dio.

El paladín rojo sacó el frasco del bolsillo y se lo entregó al mayor, quien lo cogió y lo destapó un poco para poder olerlo. Hizo una mueca y en seguida lo cerró.

  -¿Qué pasa? -preguntó el moreno-. Dijo que era un remedio alteano de amor.

  -Y una mierda, esto es un afrodisíaco.

  -¿Cómo puedes saber eso con solo olerlo?

  -Huele a mango que tira para atrás, es o afrodisíaco o un zumo.

  -Vale, ¿y qué hacemos ahora? Esos dos se han inmiscuido en nuestra vida privada. A Allura no quiero pegarle porque me cae bien, pero podría partirle la cara a Lance por dos.

  -O podríamos no emplear la violencia y, simplemente, ir a hablar con ellos.

  -Vale -Keith tomó de las manos de Shiro el botecito-, pero mañana ya, ¿no?

  -¿Estás insinuando que quieres probar el afrodisíaco?

  -¿Por qué no? Ya que se ha tomado la molestia...

El mayor dejó escapar una carcajada y soltó a su amante, que abrió el frasco y lo depositó sobre la mesilla. En un abrir y cerrar de ojos un fuerte aroma a mango inundó todo el dormitorio, y sus efectos no tardaron en notarse en la pareja, que pronto notaron cómo el calor les recorría todo el cuerpo. Shiro hizo un gesto con el dedo para que Keith se acercase, lo cual cumplió obedientemente.

  -He sido bueno -dijo, acurrucándose en su pecho-, ¿dónde está mi premio, capitán?

  -Oh, ahora lo verás -contestó el de cabello cano, agarrando una de las nalgas del menor con fuerza y devorando sus labios-. Mañana nos van a oír por esto.

  -Sí, les vamos a cantar las cuarenta, eso desde luego.

Kinktober [Sheith]Where stories live. Discover now