Día 13. Gags

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Los brazos de Shiro se encontraban atados al cabecero de la cama, y un pañuelo, el preferido de Keith, impedía que nada más que murmullos se escapasen por su boca. El menor acariciaba su torso, depositando algunos arañazos a la vez, mientras lamía despacio la zona cercana al sexo. El japonés se removía, quejándose y reclamando más, pero el paladín rojo, aun a sabiendas, ignoraba sus peticiones. Le gustaba torturarlo de esa manera, le hacía sentir poderoso y, aunque no lo pareciese, al mayor también le gustaba hallarse en esa clase de situación. Él, que siempre poseía el control de todo lo que lo rodeaba, ahora se encontraba sumiso, indefenso ante las caricias de Keith.

  -¿Qué pasa, cariño, quieres más? -preguntó el moreno, tocando la punta de la nariz del de cabellos canos con la yema del dedo-. Ay, no, que no puedes hablar. Es cierto, que tonto soy.

Shiro dejó escapar un ruidito suplicante que hizo reír con cierta maldad al chico, quien agarró con fuerza su miembro y lo apretó. Fue cuestión de tiempo que se endureciera por completo. El paladín rojo, entonces, comenzó a pasar sus dedos por él, haciendo gruñir al mayor a causa de la excitación que, poco a poco, se iba convirtiendo en una profunda desesperación. Quería correrse, sin embargo, era consciente de que Keith no pensaba permitírselo, al menos todavía no. Y tras un rato divirtiéndose a su costa, el moreno decidió liberarlo para poder disfrutar ambos. Una lástima que el asiático tuviese planeada una pequeña venganza. En cuanto se vio libre, aprisionó las muñecas del menor e intercambió posiciones, atándoselas al cabecero de la cama como antes las suyas propias.

  -Shiro, ¿qué est...?

Las palabras del joven se imterrumpieron a causa de la mordaza que cubrió su boca como hacía unos pocos segundos había estado cubriendo la del mayor. Esbozó una sonrisa maliciosa. Ahora él volvía a tener total control y deseaba devolverle todo el cariño que le había dado. Keith gruñó a modo de queja pero, como ya suponía él, Shiro no le prestó la menor intención y lamió su endurecido pene. Cuando lo hizo, no pudo evitar ahogar un gemido contra el pañuelo. No tener el control de la situación resultaba extrañamente excitante.

Kinktober [Sheith]Where stories live. Discover now