Puedo recordar perfectamente
aquel día.
Empezó lloviendo
y acabó diluviando.
Me levanté con esa sensación
de que todo iba a salir bien.
De que iba a ser mi día.
Me miraste
como si yo ya no fuera.
Me miraste
como si yo nunca hubiese sido.
Me miraste
como si hubieras olvidado el arte.
Y lo era todo.
Lo fuiste todo.
Así que ese día
llovieron agujas
y mucho fuego,
y con tu más sádica sonrisa
te acercate a mi oído
y susurraste:
"fin del juego".