Comida por todas partes,
almas alegres,
pero él ya no siente nada.
Ya no hay esperanza en años nuevos.
Ya no hay ese cosquilleo
ni la sensación efímera de las doce en punto.
La realidad lo ha degenerado todo.
Y aquí suena música
y decenas de personas felices
y trompetas y cigarros en terrazas
pero todo está más apagado.
En la tele reviven las primeras y últimas
palabras,
primeras y últimas
personas,
primeras y últimas.
Como si eso es todo lo que importa,
como si lo de dentro nunca fuese suficiente.
Y él cada año, más personas,
más solo,
menos.
Quince años, y las campanadas
lo golpean desde dentro.
Los ángeles vomitando fuego en los pulmones, familias felices en fotos que
ya casi son antiguas.
La última campanada, y susurra un deseo.
Renacer.
Y gritos y estallidos quizá acompañan la esperanza.
Feliz Navidad,
Charlie, o Carlos. Como quieras.