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Japón.

Tres hermanos cambiantes a dragón miraban una gigantesca pantalla de televisión, mientras por detrás los más jóvenes Hiro y Dai intentaban desde hacía cuarenta minutos correrse sobre una rubia atada al techo de aquella habitación, la mujer era tetona y hermosa, con algunas curvar por su cintura y la piel pálida marcada por ellos.

- ¿Qué hacemos viendo la televisión?

Hideo era rubio de ojos grises con manchas rojas, como todos sus hermanos. Era el segundo hermano, un dios medio europeo, hablaba entre dientes, tratando de beber un poco de su bebida.

- No es un adorno Hideo, es bueno saber de la vida fuera de aquí.

Eiji, con piel de caramelo completamente tonificada, el pelo cortado por los lados y largo arriba sonreía a su hermano, levantando su mano, señalando fuera de los grandes ventanales tintados hacia los muros custodiados por su un gran número de cambiantes del equipo de seguridad.

- Ya lo sé Eiji, pero nosotros no vemos la televisión.

Ambos vieron como Hideo suspiraba frustrado.

- Los humanos pueden declararnos la guerra en cualquier momento a los cambiantes, incluso pueden presentarse en nuestras puertas con collares que ya intentaron ponerles a nuestros antepasados en otros países, tenemos que estar alerta y preparados desde los últimos percances con los perdidos de la isla y el doctor.

Todos estaban completamente serios mirándose cuando un spot de ropa interior llenó la pantalla con brillos de luces negras y blancas, mientras el cuerpo humano femenino más exquisito se comenzaba a ver. Una hermosa mujer demasiado delgada lleno la televisión durante tres minutos que sirvieron a Hiro y Dai para venirse gruñendo entre fuertes orgasmos que recorrían a la humana.

- ¿Quién era esa?

Hikaru, el más callado de los hermanos de mirada tan grisácea como su melena estaba totalmente excitado, se incorporó un poco en su asiento, cogiendo con sus manos ambos reposabrazos, dejando un rastro de humo al soltar sus manos en el asiento.

-Lo averiguaremos ahora mismo.

Caminando fuera de la mansión japonesa rodeada de más mansiones repletas de cambiantes Eiji llegó hasta un lujoso despacho, abrió una inmensa cristalera y accedió a este, caminando por el pulido suelo de mármol negro hasta llegar a un lujoso asiento. Sentándose en el sillón que ocupaba gran espacio junto a la gran mesa en el centro rodeada de sillones lujosos, pulso un botón en la mesa y se abrió un trozo de la mesa, subiendo un inmenso teclado ante él mientras se abría un cuadro por la mitad en una pared cercana, saliendo de esta una pantalla plana grande.

- Modelo anuncio bañadores marca V.

Sin más una preciosa imagen de la mujer del anuncio ocupó la pantalla haciéndolos gruñir, debajo de la fotografía de ella aparecía su nombre, como si lo hubieran puesto con una brocha. Eiji enredó en el teclado, hasta que una voz le preguntó que deseaba buscar, trataba de calmarse, de dejar de escuchar a su dragón tratando de escapar de su piel.

- Enma Sousa, búscala ordenador. Quiero un informe completo.

En segundos todo comenzó a cargarse mientras comenzaban a leer los hermanos detenidamente todo lo referente a la humana, esperando que no estuviera con ningún humano o con cualquier ser.

- 86-58-88.

Los hermanos horrorizados se miraban unos a otros.

- ¿57 kilos?

Hikaru se llevó las manos a la cabeza negando.

- No aguantara, es demasiado pequeña y delgada, tiene que engordar.

Dai carraspeo negando.

- Es preciosa, tiene unos labios hermosos.

Los hermanos se volvieron mirando imágenes de ella en sus móviles mientras Eiji trataba de seguir averiguando cosas de ella.

- Nunca ha tenido parejas reconocidas, es solitaria. Trabajar y estar en casa, salvo alguna salida con algún compañero de trabajo a presentaciones o galas, difícil.

Más de dos días estuvieron planeando como conseguirla, eso mismo pensaban en ese mismo instante los hermanos metidos en los subterráneos de la lujosa propiedad privada que poseían, más de cuatro mil metros en los que había tantas joyas y oro que era prácticamente imposible calcular la suma que había en total, una fortuna que habían heredado de sus antepasados y que había ido creciendo más y más con el ansia de oro, joyas y piedras brillantes que tenían por herencia los dragones. Eiji miro a su hermano menos con una preciosa y gigantesca piedra de Grandidierite, la miraba embobado rodeado de miles de monedas de oro y joyas antiguas que se apilaban en una de muchas montañas, sus piernas estaban enterradas en monedas hasta casi las rodillas.

- Quiero tenerla ya, necesito saber si es ella nuestra compañera.

Sus hermanos rugieron sus ansias en diferentes zonas repletas de oro y joyas, lo único que les mantenía en calma desde que habían visto a Enma.

Sumisa de cinco dragonesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora