36. Mi deseo.

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Después de mucho insistir conseguí convencer al francés de que sería yo quien conduciría, porque obviamente él no tiene ni idea de donde se encuentra el hotel. A pesar de que lo ví con un poco de miedo durante los primeros minutos debido al tráfico italiano, que por si no lo sabéis, no tiene muy buena fama, con el paso del tiempo se fue tranquilizando.

- Para ser el primer partido, no ha ido nada mal guapo.- digo guiñándole un ojo sin desviar la vista de la carretera.

- Esperemos que todo siga así, pero los italianos no han sido unos contrincantes fáciles. Así que no me quiero imaginar a los brasileños.

- Seguro que podéis con ellos.

- No sé como explicarlo, pero cuando estás en el estadio me siento más tranquilo y seguro. Así que eso es una indirecta para que no faltes al siguiente partido.

- No te puedo prometer nada amor. Ya sabes que la academia me quita mucho tiempo.

- Por cierto, ¿cómo va todo por allí? Estoy seguro que la profe Elena es la favorita de los niños.

- Pues te equivocas, Tyler es el que mejor se las apaña con los niños pequeños. Yo prefiero a los que son un poco más grandes pero como ya te dije, la academia va sobre ruedas, ya están ocupadas todas las plazas y los horarios.

- Esa es mi chica.- dice guiñándome un ojo.- ¿Cuánto queda? Estoy deseando llegar para hacerte el amor.- mierda, mis mejillas ya estan lo suficiente rojas como para calentar a una familia numerosa.

- En realidad ya hemos llegado.- digo aparcando en el parking.- Estoy segura de que te va a encantar, vamos, que tenemos que andar un poquito.- dije abriendo la puerta y saliendo del coche de alquiler. El rubio sacó su maleta del maletero y agarró mi mano. Lo guié por la especie de bosque en el que se encontraba escondida nuestra cabaña de madera.

Narra Antoine.

Mientras arrastraba mi maleta, Elena me guiaba por una especie de bosque en el que habían varias cabañas de madera. La morena se paró delante de una con el número veintidós en la puerta, y me sonrió como una niña pequeña.

- Aquí es.- susurró con una sonrisa orgullosa.

- Pues que no se hable más.- esta me miró con cara de confusión y a mí se me escapó una risita malévola. Sin darle previo aviso ni tiempo para reaccionar, puse una de mis manos detrás de sus rodillas y la levanté en peso, colocándola sobre mis hombros, gozando de una perfecta vista de su hermosos trasero.

- ¡¿Qué estás haciendo Antoine?!- dice medio gritando.

- Voy a cumplir lo que dije hace unos minutos en el coche.- contesto con total naturalidad, observo algo de relieve en el bolsillo trasero de su pantalón y supongo que se tratarán de las llaves.

- Antoine bájame.- dijo mientras golpeaba inofensivamente mi espalda.- No me quiero imaginar que pasaría si nos cayeramos, podríamos rompernos algo, o aún peor...

- Déjate llevar petite, ahora voy a abrir la puerta y ya veremos que pasa.- la interrumpó. Después la bajo de mis espalda y me aseguro de que sus pies tocan el suelo. Ahora busco entre el llavero la llave que pueda abrir esta robusta puerta de roble.

Mientras que pruebo una de las llaves y me percato de que no es la correcta, noto como Elena empieza a repartir beso húmedos por mi coronilla y mi piel se pone de gallina al instante. Sus manos se mueven peligrosamente por la parte baja de mi abdómen y no consigo concentrarme en abrir la puerta.

- Con que ahora no te quejas ¿eh? - digo girándome para quedar frente a ella y colocar mis manos a ambos lados de sus caderas. No me contesta, simplemente suelta una inocente carcajada y me besa apasionadamente. Sus manos revuelven mi pelo y las mías van a la parte baja de sus muslos obligándola a unir sus piernas alrededor de mi cintura y a profundizar un poco más el beso introduciendo mi lengua en su boca.

Amor Por Despiste Where stories live. Discover now