38. La boda.

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Ya han pasado dos semanas desde nuestra escapada a Vigo. Son las diez de la mañana y estoy en un salón de belleza junto con Marta y mi cuñada Maúd. Así es chicos, hoy es el gran día, la boda. Si os soy sincera, le he estado temiendo a esta fecha practicamente toda mi vida. Me da miedo no estar a la altura, no saber andar con tacones e incluso tropezarme llendo de camino al altar. Dentro de lo que cabe hemos llevado este evento con máxima discrección, aunque la prensa rosa se huele algo.

Mientras que una peluquera ondula mi pelo, tengo a un chico maquillandome y a otras dos chcas más haciendome ñas uñas. Mis dos damas de honor, anteriormente nombradas, también están en las mismas que yo. Mi cabeza no deja de funcionar en ningún momento, como la tradición indica, Anto no ha visto mi vestido y siempre hay una pequeña duda ante eso. Respecto a lo que él engloba, llevo sin verlo desde ayer por la tarde ya que ambos acudimos a nuestras respectivas despedidas de solteros organizadas por nuestros familiares y amigos. Yo no sé  como fue la suya, pero estoy segura de que la mía fue mejor. Fue una noche de chicas de pies a cabeza, me llevaron hasta uno de los restaurantes más lujosos de Madrid y cenamos una comida deliciosa, antes de esos habíamos ido a un spa y habíamos gozado de un estupendo masaje oriental. Y por último, ya por la noche, salimos de fiesta, más concretamente, fuimos a una discoteca muy céntrica y conocida por todos los jovenes madrileños. La gracia fue que la habían alquilado un reservado y pudimos bailar y disfrutar de la música sin el agobio de tanta gente.

Un gran pequeño detalle que se me ha olvidado comentar es que la boda no la vamos a celebrar ni en madrid ni en Vigo, sino en Toledo. Una ciudad medieval muy próxima a Madrid con un encanto inigualable. Respecto a los invitados, hemos sido  bastante discreto, no queríamos una boda ostentosa llena de gente a la que no conociamos. Simplemente hemos invitado a los amigos más cercanos, a mi pequeña familia y a la de Anto y por supuesto, a toda la plantilla de Atlético de Madrid. Respecto a los amigos, vendran los míos de las ambas universidades y algunos de Murcia, mi ciudad natal, por la parte de Anto, iban a venir desde Francia sus dos amigos íntimos a los que todavía no he tenido el placer de conocer, apesar de que he oído hablar mucho de ellos.

Por otro lado, la curiosidad me concome por dentro ya que desconozco el destino de nuestra luna de miel, la cual Antoine ha estado organizando minuciosamente.

- Voilá, ya estas querida, dejama decirte has quedado maravillosa.- dice Cristian, el maquillador.- Toma cariño, dime que te parece, si quieres puedo retocarte las cejas, pero yo creo que están perfectas.

Me tiende un espejo y al percatarme del reflejo de mi rostro, abro la boca alucinada y los ojos casi se me salen de las órbitas.

- Es perfecto, justo como yo quería, natural y ligero. Muchísimas gracias Cristian, has hecho un trabajo estupendo. Y el pelo me encanta Melisa, gracias a ti también.

Mi cabello caía en suaves ondas por mi espalda, está justo y como Anto quería. Ya sabeis el estraño fetiche que tiene es francés con mi pelo, pues me pidió expresamente que lo dejara suelto, nada de moños  ni recogidos, al natural. Y yo encantada, ya que yo tampoco soy de peinados extravagantes.

- Dios mío Elena, estás preciosa. Cuando mi hermano te vea se va a desmayar y creo que literalmente.- dijo Maúd mirandome atentamente.

- Maúd tiene razón Elena, estas increíble.- añadió Marta.

- Dejarme deciros que vosotras no estáis nada mal queridas.- dije con una sonrisa.

Mi cuñada llevaba el pelo con su rizo natural y un maquillaje ahumado bastante suave y Marta llevaba su hermoso pelo rubio recogido en un trenza de espiga que le sentaba de maravilla.

Ahora quedaba lo más importante, el vestido.

***

Vale, respira e inspira Elena, esto es más facil de lo que parece pensé. Estoy en un coche junto con mi padre y este acaba de aparcar justo en frente de la iglesia en la que me voy a casar en breves. Sobra decir que mis padre se pusieron a llorar cuando me vieron con el vestido de novia, y lo más sorprendente que mi hermano también soltó alguna lagrimilla, pero como no con cámara en mano grabando cada segundo para no perder ni uno. Al final yo también me acabé emocionando y por poco, Cristian también me tiene que retocar el maquillaje.

Amor Por Despiste Where stories live. Discover now