Valide-i Muhtereme Kösem

Acımasızlık/Crueldad

23 de marzo de 1655

La inocencia era escasa en aquellas paredes del palacio. Sólo los más pequeños contaban con ella. Ellos eran dignos de portarla.

—Sultana —me habló Penelope, entrando a mis aposentos junto a mi nieto Mustafa.

El pequeño era de cabello rubio, ojos azules y tez blanca. Simplemente era hermoso.

—¡Mustafa! —le sonreí. —¿Qué te trae por acá, pequeño? —pregunté tocándole su mejilla.

—Estaba jugando con mi hermano Ibrahim pero llegó la bruja de Mihrünissa y lo empezó a regañar y corrí.

—¿Qué dijo Mihrünissa?

—Dijo que él no era mi hermano y que no tenía que jugar conmigo —respondió con tristeza.

—No le hagas caso a Mihrünissa, Ibrahim es tu hermano y nadie tiene que decirte lo contrario ¿De acuerdo?

El pequeño asintió.

—¿Qué te dice tu mamá sobre Ibrahim?

—Dice que es mi hermano mayor y tengo que tratarlo con respeto y debo quererlo mucho.

Sonreí. Fatmagül sí merecía a mi hijo.

—Ya no estés triste ¿Sí? ¿Qué quieres para ya no estar así?

—Quiero que mi tío Mehmed haga pastel de queso.

—Le diré.

Él sonrió.

—¿Dónde están las mujeres que te cuidan?

—Afuera —respondió mi prima por él.

—Regresa con ellas y ve a tus aposentos —ordené.

Él sonrió para después hacer reverencia y luego salir corriendo.

—¡Es un amor!

—Fatmagül se sacó la lotería al tenerlo.

—La verdad.

Ambas reímos.

—Sultana —me llamó una criada, entrando para posteriormente hacer reverencia.

—¿Sí, Hatice? —le pregunté a la Hatun de cabello rizado.

—Muazzez Hanimsultan está aquí.

—¿Ya le dijiste? —me preguntó Penelope.

—Le mandé a avisar.

—Las dejaré solas.

—Sí. Hatice, déjala pasar, por favor y los demás salgan.

Los sirvientes hicieron reverencia y salieron al igual que Mihrimah.