Los buenos son más. Eso decían mis vecinos en Argentina. Deseaba que así fuera siempre. Pensaba en eso caminando por el patio cuatro. En verdad me gustaba pensar que los malos no triunfan, sin embargo, es todo lo contrario: los astutos triunfan.
—Valide-i Muhtereme Sultan —me saludó mi nieta Gevherhan.
—Gevherhan —saludé deteniendo mi caminata. —Necesito pedirte perdón por mi comportamiento de ayer. No debí gritarte, espero puedas perdonarme.
—Descuida, te perdono. Tú eres la única que tiene derecho a gritarme. Además, comprendo tu disgusto.
—Cariño, hay algo que necesitas saber.
—Te escucho.
—No, será mejor en otro momento.
—Quieres hablar sobre mi futuro ¿No es así?
Asentí.
—Es mejor escucharlo ahora.
Suspiré.
—Kasim y yo decidimos casarte con Musa, un joven jenízaro de buen corazón.
—¿Casarme? ¿Tan pronto?
—Sí. Así tu bebé crecerá con un padre.
—Mi bebé tiene un padre.
—Lo sé pero ¿En verdad quieres qué se entere quién es su padre?
Gevherhan bajó la mirada mientras pensaba la situación.
—Es verdad, será mejor casarme con un buen hombre.
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—Tú boda se celebrará junto a la de tu prima Muazzez y tía Gevherhan.
—De acuerdo.
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Estaba por leer un libro sobre algunas leyendas de Estambul cuando alguien entró de golpe a mis aposentos. Era una linda joven de cabello rubio, ojos azules y tez blanca.
