La Visita

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Un soleado y tranquilo dia acompaña al despejado cielo de la provincia de Dyreland contraponiendose a la oscuridad absoluta que rodea el interior de una cueva cuya unica luz proviene al final de esta, una vela es sujeta por un pequeño cuenco de porcelana y puesta en una mesa de madera rodeado por gran variedad de plantas.

De pronto un libro es soltado sobre esta, tapa de cuero y teñido de rojo, una fina mano de color verde abre el libro pasando pagina por pagina hasta detenerse en una de vivos colores, amarillo y verde, la mano busca entre las plantas de la mesa y extrae una identica a la imagen, con la otra mano extrae de los cajones de la mesa un pequeño y fino palo con la punta hecha de carboncillo y escribe en la hoja con minuciosidad: «Venenoso al ingerir crudo, tocar y probar no afecta en absoluto».

Tan pronto como terminó de escribir escuchó el sonido de una campana, era su timbre y alguien llamaba, la silueta dejó la planta y el lapiz encima del libro, agarró la vela y caminó a paso tranquilo a recibir a quien habia llamado, el trayecto era una cuesta arriba de escaleras de piedra pero no habia ninguna luz aparte de la vela del encapuchado que iluminara el entorno, al final de la subida una puerta marrón se observaba al final del frío tunel, cuando este lo atravesó el ambiente sufrió un repentino cambio, de paredes y escaleras de piedra frias y sin ninguna luz a una espaciosa sala amueblada y decorada con jarrones, sillas y cuadros, pese a ser una cueva las paredes eran de madera pero estas estaban pegadas a las paredes naturales de piedra evitando asi que pierda su forma natural, la figura al ver la luminosidad de la sala, dejó la vela en una mesa pequeña, al lado de una estanteria llena de libros, se acerco a esta y buscó entre las filas de libros uno en especial, al encontrarlo tiro de esta y la estanteria se movio tapando la puerta donde segundos antes la figura habia salido, luego retomó su camino pasando de largo de todas las salas hasta acercarse a la puerta, al abrirlo observó una figura alta, delgada, de piel blanca, largas orejas acabadas en punta visitendo una armadura completamente dorada con líneas rojas, detrás de el habia un grupo de soldados todos llevaban armaduras doradas pero en lugar de lineas rojas estas eran verdes.

-¿Eres Goblius Goroblin?-Preguntó el soldado bajando la cabeza para observar al encapuchado.

-El ejercito real deberia tratar con mas respeto a los ciudadanos, no me extraña que estemos en la situacion en la que estamos, adios-

Respondió el encapuchado cuyo rostro estaba tapado por su negra tunica, sabia quienes eran: altos elfos, los fundadores del Imperio, orgullosos y arrogantes la gran mayoria de estos quienes conformaban la elite del ejercito, la nobleza y la guardia real del Emperador, no lo pensó dos veces en cerrarles la puerta, el no tenia problemas con las demas razas pero detestaba la arrogancia, el orgullo y los aires de superioridad que ellos se daban, sin embargo el soldado habia sido rapido y evito que el encapuchado les cerrara la puerta en la cara, para el era un insulto que una raza de baja estatura e inferior a ellos le hiciera semejante acción, el soldado queria terminar rapido, no le gustaba estar en pueblos de duendes, seres de pequeña estatura, piel verde y muchos actuaban como si no fueran ciudadanos del Imperio, desconsiderados y engañosos, el soldado queria que el encapuchado duende no fuera la persona que buscaba para asi poder arrestarlo y llevarlo a prisión por su mal comportamiento ante importantes soldados de imperio pero para ello tenia que estar seguro de que no lo era por lo que repitió la pregunta.

-Es Goblius Goroblin?, Responda- Insistió el soldado, esta vez con una voz mas imponente y con el ceño fruncido.

-Que pesado, si soy yo- y añadió -Goblius Goroblin, el duende alquimista que sirvió al Emperador Altmus VI en su corte hasta el ascenso al trono de su inepto hijo, el actual emperador-

Respondió el duende quitándose la capucha y dejando ver su rostro, piel verde de tez fina con entradas, orejas largas hacia arriba acabados en punta, una larga nariz de puntiagudo final y unos penetrantes ojos verdes, si bien el duende ya era mayor (tenia 200 años) todavia podia aguantarse por si solo, de su rostro se observaba una larga cicatriz que le cubria de forma diagonal toda la cara. Eso fue un duro golpe para el soldado quien reconoció la cicatriz, solo un duende podria tenerlo y ese era Goblius, ahora estaba en una situación dificil para el, debia cumplir con su misión y no parecer derrumbado ante los soldados que estaban con el.

-Señor Goblius- y continuó -Un gusto conocerle, soy Samarus, guardia real del emperador Farendall II, vine a entregarle este sobre en persona- dijo entregandole un sobre a Goblius y añadió.

-Tambien estas cajas- Tan rapido como terminó, los soldados de atras comenzaron a entrar en la casa de Goblius cargando pequeñas cajas, otras eran mas grandes y los cargaban de dos en dos ante la sorprendida y enfadada mirada de Goblius.

-¡Pero se puede saber que haceis!- Exclamó el duende enfadado, miró el sobre y abriendosele los ojos añadió con voz desagradecida -De acuerdo, adelante-

Los solados depositaron varias cajas y bolsas en el pasillo principal de la casa de Goblius, al ser este un duende era mas pequeño que los Altos elfos, por el cual los soldados se agachaban para entrar en su casa con algun que otro golpe en el casco ante la atonita mirada de los duendes del pueblo que observaban desde las puertas y ventanas de sus casas que ocurria afuera.

Los soldados no tardaron mucho en llevar todas las cajas a la casa de Goblius, quien en aquel momento pensaba que si los soldados lucharan con las mismas ganas y velocidad que le ponen a llevar cajas las guerras y revueltas serian uno de los temas menos hablados.

-Señor Goblius, en nombre del Emperador este le desea suerte y exito en su misión-

Y tan pronto como terminó se dió la vuelta montando en su caballo dejando a Goblius con las palabras en la boca quien estaba a punto de responder irónicamente al soldado, pero el vacio que le hizo le calló insultandolo en sus adentros, aunque el fue en el pasado miembro de la corte actualmente no tenia tal poder sumandole a ello la mala relación que tiene con el Emperador por el cual arriesgarse otra vez a juicio no seria beneficioso para el.

Mientras los soldados se perdian en el horizonte cabalgando sus caballos de reluciente armadura y perdiendose en la lejania, uno de ellos preguntó confundido a Samarus el porque escoger a ese duende para esa misión y porque no castigarle por el trato que recibieron al cual Samarus observando al cielo dijo:

-Desgraciadamente es el unico capaz de ello y tocarlo podria empeorar la relacion con los duendes, es el unico no-noble que formó parte de la corte y no queremos otro frente de batalla, que el Emperador decida el futuro del ingenuo duende- Y río a carcajadas desapareciendo en la lejania con los demas soldados.

Mientras, Goblius se había quedado observando por donde se habían ido los soldados, enfadado, confundido y muy irritado, fue entonces cuando una voz masculina y "juvenil" le irrumpió de su cupula de ira.

-Maestro Goblius, ¿Que ocurre?- Dijo la voz.

Goblius volvió a la realidad y buscó el origen de la voz, una voz demasiado reconocida por el, era Horiól, su aprendiz, un joven duende un poco mas pequeño que el le observaba sujetando una cesta llena de plantas con cara de preocupación, Goblius le observó, luego observó la carta y volvió a observar al duende, soltó un suspiro y le invitó a pasar a casa.

-Ven, te lo contaré adentro- Dijo Goblius entrando a casa seguido por el joven duende cerrando la puerta al mismo tiempo que el resto de vecinos del pueblo hacian lo mismo.

Historias De Elvirion "Corrupción"Where stories live. Discover now