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Sin los dolores, las veinticinco escaleras que le venían(y las otras cuarenta que le esperaban), pese a ser todavía difíciles para Talmer ya no le suponían el gran problema que siempre le había costado llevar, si su mal estado y que una caída podía costarle mas que una herida, pero esta batalla volvió a ganarla y digna de un cantar heroico si para ojos de los demás esto fuera una.

La humedad del pasillo se reflejaba en las sudadas paredes de piedra con signos de moho, las casi inexistentes corrientes de aire solo hacían el lugar mas caluroso, y era de esperarse, estaba por debajo del castillo. Un pasillo llevaba a las celdas, y, en comparación con las descuidadas escaleras, esta se veía que la limpieza era frecuentada y hecha con cariño, pero, una puerta yacía imponente a pocos metros de las oscuras celdas solamente iluminadas por una antorcha al final de esta sujetado por una vara de metal. La puerta estaba hecha de madera, dando una sensación de resistencia, esta era lisa y en sus bordes había un premarco del novedoso acero,  evitando así que hubiera forma alguna de observar hacia el otro lado. Talmer se acercó a ella y creyó escuchar un ligero gemido de agonía mas no le dio importancia, tocó la puerta y tras un breve momento esta se abrió lentamente saliendo de ella una cabeza cubierta por una mascara de rejas y capucha negra que observó a Talmer y le dejó pasar sin decir una sola palabra.

La habitación era demasiado pequeña para sentir comodidad, con excesiva luz y ausencia de ventilación, el ambiente era caluroso. La decoración consistía en diversas gotas de sangre seca, especialmente una excesivamente grande en el suelo con signos de haber sido limpiado pero sin poner apenas esfuerzo, también, una mesa de metal llena de aparatos y dos sillas de madera en el centro de la sala, una frente a la otra estando una ocupada por una figura, atada y con el rostro tapado por un saco con un agujero por la zona nasal, la figura, cabizbaja alzó la cabeza al escuchar la puerta abrirse quizás con esperanza o con mas terror, intentaba decir algo pero solo se escuchaban gemidos.

-Verdugo Galen por favor, quitale el saco- El verdugo Galen respondió con un corto asentimiento y de un movimiento la cabeza del prisionero quedo descubierta. Una mujer de cabello castaño y melena corta parpadeaba ante la luz de la sala. Cuando sus ojos verdes se acostumbraron a su entorno observó a Talmer e intentó formular palabras pero sólo salían gemidos, el viejo elfo miró a Galen y, como si le leyera la mente le quito la tela que cubría toda su boca.

-¡Talmer!- Chilló la chica sacudiendo su cuerpo desesperadamente todo lo que le permitían sus ataduras -¡Talmer tienes que ayudarme!. Me han secuestrado y me acusan injustamente, ¿has venido a ayudarme verdad?-.

Talmer observó a la chica, una humana adulta, se veía en forma y no llevaba vestido sino una vestimenta que mas bien se acercaba a lo que usaban los mercenarios que rondaban por todo Aralan, ropa de cuero de oscuros colores, algunas veces de piel y hierro, en su rostro y parte de su cuerpo se notaban moratones y marcas de sangres, signo de haber estado en manos del verdugo.

El elfo se tomo su tiempo observando a la conocida humana como si no la hubiera visto jamás mirándola por encía del hombro, luego, miro a Galen -¿Conozco yo a esta sucia humana?- 

El verdugo no dijo nada, no se movió nada, parecía una roca con una lenta respiración, respiración que era opuesto a la chica que aceleró por el pánico y de su rostro aterrado brotaban pequeñas lágrimas. -¡Soy Velvera, Velvera Frost!, tu amiga, nos conocimos en el banquete del emperador hace años, te presenté a Caranthir. ¡Tienes que recordarlo!-. 

Talmer levantó la mano pidiendo silencio, Velvera calló y este se sentó en la silla que quedaba libre, ahora si lo hacia con lentitud -Maldición, los efectos han pasado, debí haber traído mas frascos-. Sin embargo a medida que se sentaba traqueteaba sus dedos en el bastón y fruncía ligeramente el ceño, como si estuviera intentando recordar algo, al sentarse dio un largo respiro y se acarició el mentón -Menos mal, sea quien sea que inventó la silla, gracias, te daría dos besos si pudiera-

Historias De Elvirion "Corrupción"Where stories live. Discover now