Capitulo 2: Talmer

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Talmer Oseelt de EldaranPrimo mayor del Emperador Farendall II con quien tenia estrecha relación[...] Gran comandante del ejercito Imperial cuyas dotes de combate y liderazgo iban a la par con su benevolencia al derrotado siendo llamado "Santo" tanto por sus hombres como por sus enemigos[...]

Gobernante de la ciudad de Lordon en la que destacó su floreciente academia militar que rivalizaba con Lighthold a expensas de un decadente y mal estructurado comercio que llevaría a la ciudad a múltiples crisis económicas...En sus últimos años de vida, tuvo bajo protección y a escondidas, una orden autodenominada "Iluminados" quienes eran perseguidos por el emperador desencadenando una tensión entre ambos familiares que terminaría con[...]

-Biblioteca Elderiana-

Se hallaba junto a la ventana, con la mano apoyada en el borde de esta tamborileando sus huesudos dedos una y otra vez. Contemplaba Lordon con el ceño fruncido y recorrió con la mirada las laberínticas calles con vida pese a estar anocheciendo. El gobernador Talmer se separó de esta y comenzó a andar hacia los escalones abandonando su decorada e iluminada habitación. -¿Porque hago esto?- se preguntó por primera vez en este día, un logro en su ser mientras se acercaba a las escaleras cojeando. El cambio de sala era llamativo, los muros estaban enlucidos, aunque no era de fecha reciente. Al llegar a las escaleras el lugar transmitía una sensación claustrofóbica, no había ventanas, las luces de las velas proyectaban un pequeño juegos de sombras que fluían lentamente y un ligero olor a humedad llegaba desde lo profundo de las escaleras.

Los lentos pasos de Talmer sobre las mugrientas losas de piedra marcaban un ritmo constante. Primero, el hueco y leve sonido de su bastón, luego el seco golpe de su pie izquierdo y, por ultimo, el largo arrastre de su pie derecho, acompañado como es costumbre en el, de unos dolores punzantes que le repercutían en la espalda, la muñeca, la rodilla y el talón. Paso, toque, arrastre y dolor, ese era su ritmo. Pero poco le duró el dolor porque se avecinaba uno peor, los escalones.

Antes de que comenzaran sus desdichas, cuando aun era joven, apuesto y lleno de energía, jamas se había fijado en ellos. Los bajaba de dos en dos, sin miedo a hacerse daño, luego seguía su camino. Pero esos años se habían quedado atrás. -Están en todas partes, es imposible ir de un lado a otro, de un piso a otro sin tener que pisar estos suelos. Y para colmo bajar es mas difícil que subir. Al menos al subir la caída no suele ser tan larga-.

Talmer conocía muy bien aquellos enemigos. Veinte escalones, veinte enemigos labrados en piedra y recubiertas de planchas de maderas mal cuidadas, desgastadas por el centro y en compañía de una barandilla que había visto días mejores. -Veinte enemigos, una autentica batalla a muerte- dijo el anciano elfo dando un largo suspiro, le había costado tiempo dar con la forma menos dolorosa posible. Avanzaba de lado, apoyado y sujetando con fuerza la barandilla, como un cangrejo. Primero el bastón, luego el pie izquierdo y después el pie derecho acompañado por un dolor mas fuerte de lo usual en el pie y brazo derecho por apoyar gran parte de su peso ahí sintiendo un dolor en el cuello por cada escalón bajado -¿Porque me duele el cuello? ¿acaso todo mi peso y esfuerzo va ahí?, tonterías- De cualquier modo, le dolor que sentía Talmer era innegable.

Cuando bajo los veinte escalones el anciano elfo se detuvo, el frío sudor de su cuerpo le recorrió la frente y espalda, su mano le temblaba y con ella el bastón mientras su pierna izquierda gritaba de dolor por el largo recorrido y peso ejercido. Se pasó la lengua por sus dientes, donde antaño fuertes y blancos habían conquistado con la sonrisa a mas de una elfa, ahora solo un puñado resistieron el tiempo. Respiró hondo y dio un paso adelante, el tobillo izquierdo cedió ante una terrible punzada y Talmer se tambaleó y retorció mientras se precipitaba adelante, en su mente solo había desesperación y espanto y, como si fuera un borracho tropezó con su pie derecho -Idiota, estúpido, desgraciado- Su bastón cayó al suelo y el elfo iba detrás de el, pero para su suerte o por puro milagro su brazo se aferró al ultimo tramo de barandilla que quedaba y su pié derecho usando toda la poca fuerza que le quedaba aguantó como un campeón el peso de todo su cuerpo recibiendo este una sacudida que lo dejó inmóvil un par de segundos -Ya viene, el momento doloroso, horrible, maravilloso y prolongado que se acerca cuando algo perturba la tranquilidad, ya viene, lo siento venir pero, ¿cuanto tardara? ?Y como de fuerte será?-. 

-Oh, ahí esta-

Cuando el momento llego fue atroz, un fuerte espasmo sacudió a Talmer quien dejó escapar un sonido de dolor, un espasmo que llegó a todo su cuerpo, cerró los ojos con fuerza mientras mordía con su mandíbula sus nudillos aguantando la sacudida y el rápido sonido de su respiración nasal. Cuando el intenso dolor desapareció el viejo elfo respiró hondo por la nariz limpiándose con un paño las mucosidades que habían surgido, el brazo de dolía y ambas piernas le ardían -Bueno, dadas las circunstancias no ha sido tan malo como me esperaba- con dificultad se agachó a recoger el bastón y una vez volvió a estar erguido se limpió las lagrimas y arregló su vestimenta. -Los elfos normales no le dan importancia a las escaleras, pero para mi es siempre una batalla, una guerra y sobretodo, una aventura- Volvió a reemprender su andar con su viejo y naturas ritmo: paso, toque, arrastre y dolor, pero esta vez una ligera risa le acompañaba en su trayecto.

Aun tenia una sonrisa cuando llegó a una puerta de hierro, reforzada con barrotes de arriba a abajo, sin ningún lugar donde alguna cerradura, obertura o rendija se viera. Talmer se acercó a la puerta y con su puño con ligeras marcas de sus dientes en ella toco la puerta cuatro veces, no esperó mucho cuando una voz masculina, grave e imponente saliendo del otro lado de la puerta.

-Larga vida al Imperio- Dijo Talmer apoyando sus dos manos en el bastón -Venga, ábreme ya maldita sea. ¿Tan lentos son los jóvenes hoy en día?

-Y al Emperador- Respondió la voz, segundos después un chirrido notable pero nada incomodo salió de la puerta y esta se abrió. Talmer pasó adentro arrastrando los pies.

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