—Lo siento madre pero no es que tenga algo contra ti, pero mimas demasiado al niño—. Comentó el Señor Jung tomando las maletas.
La anciana bajo la mirada, no podía hacer nada así que debía aceptar lo que su hijo decía.
El recorrido de Gwangju a Seúl era eterno y más si su abuela no estaba junto al pequeño niño.
Los grandes edificios que tapaban el atardecer, los anuncios que y ese olor a combustible.
—Hemos llegado—. Mencionó la señora Jung despertando al pequeño.
La noche fue eterna sin un cuento para dormir. Al día siguiente habría escuela y sin sus amigos sería como una pesadilla.
—Puedes presentarte pequeño—.
—Mi nombre es Jung Hoseok...y...me gustan mucho las flores pero me gustan más los girasoles, mi abue me dice sol y me gusta el color verde, espero podamos ser muy buenos amigos—. El castaño sonreía.
Los niños reían y gritaban cosas tan desagradables, al parecer un niño con un gusto a las flores era demasiado femenino para la sociedad.
El menor solo agachó su mirada, sabía que no tendría amigos en Seúl.
—Oye Hoseok, dime qué es broma lo de las flores—. Alardeó un niño del curso.
—No es broma, me gustan mucho—.
—Entonces eres marica ¿Verdad Yoongi?—. Preguntó el infante a un niño pálido de cabellos negros.
—¡No soy marica!—. Exclamó Hoseok irritado.
La clase gritaba una y otra vez “marica” mientras el profesor ignoraba los hechos, pero ¿qué es lo que podía hacer? Sí solo era un niño.
—Mi abuelita dijo que me gustará las flores no me hacía marica—. Exclamó con la voz entre cortada a las burlas de los niños.
—Eso son cosas de niñas—.
La mañana fue un tormento, nadie dejaba en paz al niño y él solo quería regresar a Gwangju a cuidar ese jardín de girasoles que tanto le gustaba.
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—....Madre...—.
—¿Qué pasa Hoseok?. —Respondió la señora.
—¿Por qué todos me dicen maría? ¿Por qué nadie quiere ser mi amigo?—. Preguntó desanimado el niño.
—Sabes Hoseok, no es normal que a un niño le gusten las flores, por eso te dicen así, nadie quiere un amigo con gustos de niña—.
—Pero, a mí me gustan mucho…mi abuelita dijo que es normal que alguien admire la belleza de una flor—.
—Tu abuela está muy mal, por eso nos fuimos de ahí. Así que deja de comportarte cómo un tonto y se normal—.
El pequeño castaño asintió limpiando su mucosidad con la manga de su suéter, mientras las lágrimas brotaban lentamente.
