Capítulo 11.-Novia rockera.

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Capítulo 11.-Novia rockera.

Jamás había visitado el set de "Reality love", a pesar de ser gran amigo de uno de los actores del momento, nunca utilizó su "poder" para entrometerse en las vidas ajenas de los miembros del equipo. Claro, ese pensamiento ahora valía para una mierda, pues una vez que terminó sus deberes y Mina le esperó pacientemente contando todos sus dramas amorosos, emociones hacia el chef Hanta y caprichos de jovencita mimada, Kaminari estuvo listo para ir a buscar a Kirishima, su gran amor de toda la vida, e increparle por inventarse una prometida estando enamorado de él, como tanto aseguraba la actriz.

Ella se negó a darle los detalles, alegando que era algo que sólo al pelirrojo le correspondía decir. Y él, necio como era, hizo berrinche y medio, pataleó, suplicó y hasta prometió cosas imposibles con tal de obtener la verdad, pero Mina era una tumba y se lo dejó muy claro: sólo Kirishima explicaría sus razones.

Por tal motivo ahora se dirigían en el auto de la chica a toda velocidad a los estudios de grabación de "Reality love", a punto de exponer sus sentimientos y la poca dignidad que le quedaba ante varios empleados del mundo del espectáculo y que para él eran completos desconocidos. Menudo cliché estadounidense, musitó en su interior mientras se sostenía del asiento, pues Mina era hermosa, asombrosa y muy agradable.

Pero una pésima conductora, casi tan mala como el Katsubro.

En cuanto llegaron al sitio en cuestión, Kaminari dramáticamente salió al suelo besándolo con exagerada devoción mientras agradecía a los cielos por estar vivo, todo en un afán de molestar a la chica, quien simplemente le dio por su lado. No manejaba tan mal, Kaminari era un llorón que no aguantaba las emociones fuertes.

Entraron al edificio, gracias a las credenciales de Mina y su encanto nadie le pidió cuentas al ser un jovenzuelo invadiendo una de las más grandes cadenas televisivas del país. Subieron a través del elevador, con los nervios comiéndole el estómago y una vez en el piso adecuado, Kaminari intentó verse al espejo del recinto por millonésima vez, esperando lucir adulto, seguro de sí mismo y sumamente preparado para encarar al tipo del cual llevaba enamorado años.

A sus trece años, no tenía idea de muchas cosas de la vida, simplemente se divertía haciendo tonterías con sus amigos, copiando en los exámenes y huyendo de las chicas que llegaban a considerarlo fastidioso. Su mundo dio un giro por completo cuando el Katsubro llevó a su sumamente mencionado mejor amigo a casa. Muy a su pesar, debía admitir que en esa época le tenía envidia, pues Katsuki siempre hablaba de "el idiota de Eijirou" con una sonrisa de orgullo, aunada a la superioridad. Era un niño después de todo y como tal, admiraba a Katsuki tanto que buscaba ser su centro de atención, su hermanito consentido y el único al que mirara de esa forma vanidosa.

El problema fue que, en cuanto conoció la sonrisa de Eijirou Kirishima, sus ojos amables y ese entusiasmo que le caracterizaba, su corazón dio un vuelco, haciéndole dudar de muchas cosas que no se había planteado jamás. Él era un hombre, un adolescente para ser más exactos, que cayó rendido a ese ser lleno de bondad que era el mejor amigo de su hermano. Katsuki los presentó y Kirishima extendió la mano con una sonrisa más brillante que cualquier cosa en el mundo. Él, arrebolado y sin entender aún qué estaba pasándole, la tomó sintiendo que unas manos masculinas jamás se habían sentido tan suaves y a la vez tan rudas.

Me enamoré a primera vista y a partir de entonces quise saber todo de él, pensó inspeccionándose al espejo de nuevo, recordando cómo sus actitudes infantiles fueron menguando poco a poco para dar paso al interés adolescente que te da cuando empiezas a salir con chicas a esa edad. Pero en su corazón no había lugar para mujer alguna, todos sus pensamientos, sueños y hasta deseos, los ocupaba Kirishima Eijirou.

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