»Noche 67«

230 27 24
                                    

Sábado, 10:45 pm.
Casa de Leah, habitación.

Los tres vestían sus pijamas de una pieza, exclusivos para sus reuniones nocturnas. Estaban sentados en el piso alfombrado, sobre mantas, formando un extraño triángulo. El bol con palomitas estaba en el centro.

–¿Y bien? –empezó Robbie– Nos citaste de pronto así que supongo que es algo importante. 

–Sí...

–Un momento –lo cortó Leah–, ¿salió todo bien con tu madre? Porque tu cara me dice que no es ella de lo que quieres hablar.

–Pues no te equivocas. Salió relativamente bien; me abrazó cuando llegué, porque estaba, supuestamente, preocupada. Luego nos sentamos en el comedor y hablamos largo rato. Dijo que lo sentía y que había tenido un mal día, por lo que se desquitó conmigo sin querer.

–No es un motivo para golpearte, pero prosigue.

–Según ella, me acepta y ama como soy. Me pidió quedarme en casa y acepté. Es mi madre, después de todo –se encogió de hombros.

–¿Y le creíste? –preguntó con el ceño fruncido.

–No en realidad. Sé que sigue sin gustarle mi condición sexual, pero aprendí a ignorar sus malos comentarios, al menos la mayoría.

–Recuerda que siempre podrás contar con nosotros –le puso una mano en el hombro–. Pase lo que pase, sea cuando sea, tú llámanos y ahí estaremos.

–Te cuidaremos de esa bruja, bombón.

Los miró con completa ternura y admiración. Eran su mundo.

–Gracias.

–Pero ahora vamos a lo interesante, ¿qué necesitas contarnos? –el rubio se acomodó, bebiendo de su lata de soda.

–Sí, sobre eso...

–¿Es algo malo? –la chica comió papas.

–No, eso no...

–¿Y qué es?

Miró el suelo. Le avergonzaba tan solo pensarlo, ¿cómo se los iba a decir? Se pasó las manos por el pelo, levantando la cabeza y enfrentando las curiosas miradas.

–Me besé con Dess.

Leah se ahogó con las papas. Robbie escupió la bebida. Cómo deseaba tener una cámara en ese momento.

–¿QUÉ?

Sonrió de lado, enrojeciendo. ¿Tan extraño era?

–CUÁNDO.

–CÓMO.

–POR QUÉ NO NOS LO DIJISTE ANTES.

En vez de preguntar, gritaban en su cara. Estalló en carcajadas, incapaz de responder frente a tanta vergüenza que sentía.

–¡Max!

–Perdón, perdón –secó una lágrima que había brotado por la gracia–. Es solo que... no puedo contarles los detalles.

–Sí puedes –el chico se cruzó de brazos. Sonrió.

–Solo lo básico. Estábamos en su cuarto, me estaba abrazando luego de haberme calmado. No lo sé, el momento en sí era muy dulce. Y en un momento simplemente... pasó.

–¿¿Así sin más??

–No, bueno, me dijo que quería besarme y yo le dije que quería que lo hiciera.

–¿QUÉ? MAX.

–No hice nada malo –se escondió en sus manos.

–¡Por supuesto que no! –su amiga lo abrazó por atrás, riendo– Oh, mi adorable Max. No sabes lo mucho que me alegro por ti –lo miró, apartando sus manos con la suya–. Superaste tu miedo al amor. Lo dejaste entrar a tu corazón y dieron el siguiente paso. Estoy muy orgullosa.

Hola, JirafaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora