»Día 75/parte 1«

176 21 0
                                    

Domingo, 10:14 am.
Hospital, habitación.

Los rosados labios se posaron con excesiva suavidad sobre los contrarios. Era una leve caricia, solo para que ambos pudieran recordar la sensación de besarse, ya que la profunda partidura en el labio de Max no le permitía siquiera comer en paz.

Recién a la mañana siguiente se le había permitido a los amigos del afectado entrar a la blanca habitación. El joven estaba despierto, pero lloraba cual niño pequeño.

Sentía tanta pena por sí mismo, rabia hacia los agresores y miedo. Tanto miedo.

En un primer momento, Leah había entrado. Hablaron cosas que solo sus oídos serían capaces de percibir. Ella era su soporte, quien lo ayudaba a sobrellevar su vida con todo y dolores. Lo levantaba de lo más bajo una y otra vez, literal y metafóricamente. Su mejor amiga era la mejor persona que alguna vez conocería. Y a quien más apreciaría.

Después Robbie pidió un tiempo a solas. Lo que seguramente muchos pensaban que era una "charla de hombres", era más bien una serie de abrazos, llantos compartidos y palabras alentadoras. Max y él se habían conocido cuando el último comenzó a interesarse en su amiga. El rubio se le había acercado para saber más de la chica y, desde entonces, no se había alejado. Era lo más divertido de sus días, siempre dispuesto a hacerlo reír, olvidarse por horas de sus demonios y no hacer más que ser feliz.

Tenía las mejores personas posibles a su lado.

Finalmente, estaban Dessmond y Maximus solos. Ambos acostados en la incómoda camilla, el más alto oculto en el pecho del más pequeño; el más pequeño cuidando del más alto.

El pelinegro seguía usando la ropa de cambio de la noche anterior, la que se había puesto justo antes del incidente.

El dolor en su corazón al momento de ver a su novio desmayado, sangrando en el piso había sido tan fuerte, que soltó un grito desgarrador, llamando la atención de varios presentes que no hicieron más que mirar y murmurar entre ellos. El corazón le latía desenfrenado, sintiendo su pulso en la garganta. No tenía idea de qué hacer, estaba en estado de shock. Cuando logró gritar el nombre de sus amigos, fue cuando cayó en cuenta, de una vez por todas, de lo que realmente estaba pasando. Se puso de pie con el chico en sus brazos, dijo algo a la señora Brunce y todos corrieron al auto.

Ahora ahí estaban.

El durmiente castaño soltaba pequeños suspiros entre sueños, en veces sorbía su nariz y en otras se removía, inquieto. Su cabeza no lo dejaba en paz. Dessmond intentaba calmarlo con caricias. Se sentía tan impotente al no haber podido estar en el lugar a tiempo. Habían roto a uno de los seres más importantes de su vida. Y al mismo tiempo, a él.

Su chico era delicado como la porcelana. Él también lo era, pero no corrían la misma suerte.

En un momento, sintió que el chico en sus brazos se movía, bostezaba con una leve mueca de dolor, y levantaba la cabeza hacia él. Su ojo morado le oprimió el pecho.

-Hey.

-¿Qué hora es?

-Las diez de la mañana. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo?

-No.

Se quedaron callados. La mirada del ojinegro estaba perdida. Dessmond puso su mano delicadamente sobre la suya.

-Ya todo está bien, Max.

-No lo está -habló con un nudo en la garganta.

-Oye...

-No lo está porque no se detendrán. Te aseguro que esta no será la única vez que esté aquí. Los golpes seguirán y serán todavía peor.

-No si pedimos ayuda.

-¿"Pedimos"? ¡Tú eres amigo de Harry, Dess! Eres de ese tipo de chicos: genial, sociable, parte del equipo de fútbol, popular. ¡Tienes todo! ¿Por qué me ayudarías? No te mereces a alguien como yo -guimoteó.

-¿Y qué si no? Yo creo merecerte y, si tú crees merecerme también, ¿cuál es el problema? -ambos se sentaron, frente a frente.

-¡Que yo no lo hago! Dios, ¿es que no te das cuenta? No puedo ponerte en riesgo. Si en algún momento empiezan a acosarte igual que a mí, estarás perdido.

-Sé cuidarme solo.

-Pero no quiero que tengas que hacerlo.

-Max, ¿por qué me dices todo esto?

-Porque no quiero que te pase nada.

-No me pasará nada -intentó acunar su mejilla, pero él se apartó de inmediato.

-No lo sabes. Conoces a Harry, probablemente mejor que nadie, pero no a sus amigos. Te harán daño, Dess -lo miró a los ojos por unos segundos, hasta que el destello de una revelación llegó a ellos, poniéndose llorosos-. Esto es tu culpa.

-¿Qué? -frunció el ceño.

-No completamente, pero... tú empezaste con los anónimos.

-¿Y qué tiene eso que ver? -empezó a sentirse herido y ofendido, una extraña mezcla.

-Gracias a eso empezamos a salir. Si no lo hiciéramos, ellos no... Yo no estaría aquí, n-no nos conoceríamos y ninguno correría peligro.

-Te acosaban antes de que comenzara con los mensajes -su semble ahora estaba dolorosamente serio.

-Pero no habían llegado a este nivel, porque no sabían que era gay.

-Eso no lo sabes, podrían haberlo hecho sin tener ese "motivo" de por medio.

-¡Es tu culpa! -se hizo hacia atrás, alejándose lo más que pudo en el reducido espacio de la camilla-. T-tus mensajes iniciaron todo esto. Ni siquiera estoy seguro de por qué lo hiciste todavía, pero...

-Ya te lo dije: me interesabas.

-¡Entonces tu interés arruinó mi vida!

Se quedó sin habla. La persona que quería, por quien sacrificaría tantas cosas, lo había roto sin piedad, usando los argumentos más poderosos en su contra. Sus ojos empezaron a lagrimear, su garganta no oprimió un sollozo, su corazón se partió en dos. Miró al chico frente a él con el alma dolida, esperando algo que no llegó. No diría nada más.

Se levantó lentamente. Así que era su culpa. Era él el verdadero problema.

Salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas. No miró a sus amigos al pasar por su lado. No respondió sus preguntas sobre qué le pasaba. Solo caminó hasta la salida y fue de vuelta a casa.

Completamente solo.

Hola, JirafaWhere stories live. Discover now