[015]

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× CAFÉ DE TAMPÓN ×

—No lo entiendes —bufó Alan caminando junto a Marco al término de la clase de gimnasia—. Ren es como un pollito, si no lo cuidas se muere. Así de sencillo.

Ya en los vestidores, ambos se quitaban la ropa al igual que todos los demás. Marco rodó los ojos mientras se quitaba los pantalones.

—Debes dejar de ser paranoico. Ren superó todo el abuso de su padre en muy poco tiempo, su psiquiatra dijo que el trastorno de nombre raro estaba casi completamente controlado y continuó siendo el mismo de antes. Está bien, debes dejar de creer en cada momento que algo le está sucediendo.

Los quejidos de los chicos y la voz de una chica acercándose les llamó la atención. Alan, con su camiseta en la mano se asomó por un costado al pasillo principal de los vestidores, divisando a Cassandra caminando a ciegas, con una mano sobre sus ojos y otra meneándola frente a ella.

—¿Alan? ¿Alan Duboi? ¿Está Alan?

—Estoy aquí —anunció acercándose a ella. Cassandra siguió caminando hasta que su mano chocó con un brazo de Alan.

—¿Alan? ¿Eres tú? —tanteó un poco tocando su brazo, y apartó en seguida la mano cuando tocó uno de sus pectorales—. Vaya, sí eres tú. Alan, algo le pasó a Ren.

A ninguno de los tres los dejaron entrar a la enfermería. Don Flabio estaba junto al director que hacía unas llamadas, y apenas ellos se voltearon Alan entró a la enfermería ansioso por saber qué fue lo que sucedió. No alcanzó a dar tres pasos dentro cuando se devolvió con arcadas. Era simplemente demasiado para él, demasiada sangre, demasiado "iugh".

—Jóvenes, deben ir a sus clases. Ren va a estar bien, en unos minutos lo llevaremos al hospital —aclaró el director.

—¿Qué le sucedió? —preguntó Marco.

—No lo sabe, creemos que tal vez se desmayó, después de todo estaba en prácticas con su equipo —dijo el hombre mirando su teléfono con el ceño fruncido. Él estaba teniendo una increíble mañana, realmente estupenda, y aquel "accidente" le arruinaba el humor por completo.

A pesar de que se negaron, tuvieron que obedecer la orden de volver a sus clases. Cassandra tenía claro lo que sucedió, y la sangre le ardía de ira contra Ian. Por eso cuando llegó la hora del almuerzo (para ese momento Ren ya estaba siendo atendido en el hospital) se coló en la cocina de la cafetería. Había escuchado una vez a una de sus hermanas diciendo que se vengaría de su exnovio infiel, y escuchó todo su asqueroso plan. Sintió que era un buen momento para seguir el ejemplo de su encantadora hermana.

Lansberger estaba descaradamente tranquilo junto a sus amigos bebiendo su café. Se mantenía en silencio mientras Blas contaba a un cabizbajo Harald lo que habían hecho a Ren. Dio un sorbo bastante largo a su café, dejando la taza casi hasta la mitad, y le llamó la atención que aún así estuviera extrañamente pesado. Al siguiente sorbo logró divisar parte de una especie de algodón. Con la punta de sus dedos lo levantó, y el objeto de algodón con un extremo de un color rojizo desteñido quedó completamente a la vista.

—Mi tía le tiraba de esos a mi primo en la cara —recordó Adams haciendo una mueca de asco, inclinándose hacia atrás para estar lo más lejos posible del artefacto femenino.

Ian lo dejó caer y volteó hacia la cocina. El plan de Cassandra hubiese salido a la perfección de no ser por los inoportunos estudiantes que no le permitían salir de la cocina con rapidez. Toda la cafetería se sumió en silencio cuando la silla de Ian calló al suelo por su brusca manera de levantarse. Cassandra no se molestó en salir corriendo, ya la había reconocido, y se atrevió a mirar los ojos de Ian demostrando toda la ira y  la falta de culpa que sentía.

Lansberger apenas llegó a ella la tomó firmemente del brazo y la arrastró fuera del lugar mientras Cassandra se resistía y le golpeaba la mano para que la soltase.

—Eres un imbécil, suéltame estúpido —escupió retorciendo su muñeca.

—Bien —Ian le dio en el gusto y la soltó, haciendo que cayera de trasero en el suelo.

—¿Estaba rico el café? —se burló tratando de ocultar el miedo que sentía.

Ian no perdió el tiempo y se agachó para tomarla del cuello y levantarla del suelo. Pero eso no fue todo, porque el fuerte puñetazo que le llegó a la pequeña Cassie en la mejilla la hizo ver varios arcoiris de múltiples colores.

—¿Crees que lo que le hice a Ren es mucho? Puedo hacer que jamás vuelvas a ver a tus queridos amigos y vivas arrodillada con la boca llena de no precisamente comida —le susurró con el rostro muy cerca del suyo. Cassandra le rasguñó la muñeca para que aflojara el agarre que tenía en su cuello.

—No te tengo miedo —logró decir con esfuerzo.

—Deberías cariño, no querrás que mate a tu querido amigo como maté a Martín, ¿verdad?

Cassandra palideció y mostró la primera señal de debilidad cuando escuchó eso.

—Sé que lo viste, cuando escuchaste el golpe, te estaba observando. Viste la sangre, y viste su cuerpo. Lo recuerdas, pero no dijiste nada. Tampoco dirás nada ahora, porque sino esta vez la sangre no estará tan solo en mis manos.

Apenas la soltó ella no retrocedió. Se sobó el cuello con la respiración entrecortada sin podar quitar la mirada de esa sonrisa tan macabra. Ian volvió a levantar el brazo para golpearla, sin interesarle que hubieran un par de estudiantes fisgones asomándose desde la cafetería, pero antes de poder siquiera tocar nuevamente el rostro de la chica rubia de ojos verdes recibió un empujón que lo llevó directo al suelo.

—¿Estás bien Cassie? —preguntó Alan poniéndola atrás suyo para cuidarla del psicópata.

Marco se plantó junto a Duboi, él no era muy valiente como su amigo, pero no se quedaría parado viendo cómo golpean a la amiga de sus amigos.

—¿Volveremos a esto? —preguntó Ian, agraciado, levantándose del suelo.

—Te dije que no te metieras con mis amigos —masculló Alan. Apretaba la mandíbula, y no solo de la rabia de ver cómo intentaba golpear a Cassandra, sino porque Lansberger parecía tomárselo todo como un chiste.

—Si tan solo supieras Duboi, si tuvieras idea. Pregúntale a tu amiga —murmuró mostrando sus perfectos dientes en una hermosa sonrisa antes de apartarse de ahí y volver a la cafetería.

Los tres esperaban una pelea, pero los desconcertó que se largara como si no le interesara que le hayan puesto las manos encima. El egocentrismo de Ian generalmente lo llevaba a enfurecerse cuando lo tocaban. Pero era un muchacho impredecible.

—¿A qué se refiere Cassie?

—No lo sé —respondió ella con un nudo en la garganta después de unos segundos.

Pero ella sí sabía. Ian aguantaba los desplantes de Alan porque a sus espaldas dañaba a quien más quería, y lo único que Lansberger esperaba con paciencia era ver cómo destruía a Duboi cuando se enterara de todo lo que sufrió su mejor amigo a sus espaldas. Ian estaba ansioso por ver cómo Alan se odiaría a sí mismo cuando se diera cuenta de que no cuidó a la persona que tanto prometió cuidar.

—💀—

Se viene algo feo, porfis porfis porfiiiis no me apiedren.

Hanlo.

Sí, SeñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora