Algo de ti, algo de mí - Parte 1

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PRINCIPIO BÁSICO PARA MANDARLO TODO A LA MIERDA 8:

¡demonios!, dije una parte no la mitad de ti.



Silencio.

¿Por qué todo me resulta tan incómodo decir cuando se trata de Felix? Palabra que digo me parece incorrecta, insulsa, sin coherencia. Me siento pequeña y cohibida, fuera de mí. Me gusta tener bajo control todo lo que hago y digo, pero cuando las palabras salen de mí como una bala en fuga... solo me gustaría huir.

Como ahora.

—Di algo, maldita sea. —Felix se digna a mover un músculo de su cara para levantar a comisura de su labio y formar una sonrisa ladina. Me tomaré esto como una buena aceptación a mis palabras—. Lástima que no tengo ni un duro.

Con mi confesión la extraña tensión que percibía se esfuma en cuanto la mueca de Felix se me hace tranquila.

—No importa —dice—, yo invito. Pero si voy a pagar vas a tener que darme algo a cambio.

«AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH», grita mi yo interno y empieza a correr por todos lados, agitándose. En mi cabeza una sirena empieza a sonar mientras una voz robótica advierte: «alerta de rubor, alerta de rubor, si no quiere que lo noten, dese media vuelta y corra».

Al darme cuenta de esto, me pego una bofetada mental, reinicio mi sistema y vuelvo a mí.

—Hecho, muñeco. Pero primero arregla las cosas con Katrina.

—Lo haré cuando termine aquí. —El palo de su escoba, arma letal contra fantasmas inexistentes, brilla bajo unos humildes rayos de sol.

—Ah, claro, haz tus cosas. —Asiento y me hago a un lado—. Pero discúlpate.

—Te oí la primera vez, cuando llegaste como un basilisco a amenazarme.

—Por supuesto que lo hiciste.

Me marcho con el corazón tan alborotado que creo estar pronta a una taquicardia o algo por el estilo. No sé si es la emoción de que estemos hablando por fin como dos personas civilizadas o porque carajo, no doy más de la felicidad.

El único que no parece feliz es Free, con quien me topo de camino a mi encuentro con Katrina y Amir.

El sujeto hace un ademán como saludo, sin decir nada más, fiel a mi petición.

—Buenas —le respondo por cortesía—. Oye, ya sé que te pedí que no me hablaras, pero no pensé que te lo tomarías tan en serio.

—Free es hombre de palabra.

—Pues no eres muy de palabra si apenas hablas.

Esa soy yo intentando ser graciosa... o afable. Debo trabajar más en ello, claro está.

Free parece alguien que acaba de recibir la terrible noticia de que le quedan solo unas horas de vida. Su estado depresivo es casi contagioso.

—Es lo que me pediste —murmura.

—Me pillaste de mal humor, Free. Pero hombre, no puedes andar por la jodida vida piropeando a las mujeres, y mucho menos con frases tan... —asquerosas, molestas, terribles, depravadas; son muchas palabras para un tipo que luce terminal— melosas. Esas cosas funcionan en libros y telenovelas. Una payasada.

—El romance no está muerto, yo sigo creyendo en él.

Mi cabeza hace clic. Podría jurar que escuché eso antes. De uno de los tantos libros que Katrina llevaba consigo a la universidad, estoy segura de ello.

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora