Problemas pasan - Parte 2

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Llego a casa saludando a mis padres y a mi hermanita, la cual sigue odiando que me acerque a ella. Me preguntan si quiero que calentar la cena, a lo que respondo que ya comí. Antes de que salten sus preguntas sobre dónde y con quién, subo las escaleras hacia mi habitación.

Me siento extrañamente animado, inspirado al grado de querer escribir algo.

Enciendo mi laptop para luego tirarme sobre la cama y quedarme tendido boca arriba, con los brazos extendidos, las piernas colgando. ¿Sobre qué voy a escribir?, me pregunto sin conciliar más que una imagen blanca como el techo de mi cuarto.

Pienso en el consejo de la otra semana, en crear historias para las personas, situaciones o simplemente describirlas. Entonces me levanto y dirijo hacia el escritorio, abro el programa para escribir y me siento. Frente a la página en blanco, mis pensamientos se le asimilan en color. De nuevo no consigo inventar nada, solo colocar escribir el número uno centrado y en negrita.

Qué patético.

Hago otro esfuerzo, me permito silenciar los improperios hacia mí mismo para dejar que mis dedos se muevan como guiados por alguien más. Al detenerme lo único que llevo escrito son palabras sin sentido, aberraciones de las que los grandes estudiosos se avergonzarían. Lo único coherente que puedo destacar de allí es una palabra: Hell.

Cierro todo y vuelvo a mi cama para conciliar poco a poco el sueño.

El despertador suena por la mañana acompañado de una avalancha de mensajes en mi celular. Con el frío del ambiente no me hago ánimos de asomarme y ver de quién se trata —aunque bien me hago una idea de quién es—, lo que hago es sacar mi brazo hacia el velador y buscar el pequeño botón para detener la alarma y tomar mi celular. Ya en un completo silencio, retraigo mi brazo en busca de calor. Mis sábanas forman una especie de cúpula, donde me refugio.

Desbloqueo la pantalla de mi celular para ver los mensajes.

Martin, cómo no.

Para no responder a todos los mensajes que tengo pendientes, le hago una llamada, la cual responde enseguida.

—¿¡Qué clase de amigo eres!? ¿Por qué no me dijiste que te entrevistaron? ¡Y la chica...! Por Thor, estabas teniendo una cita y no me lo dijiste. ¡Y con una chica así de linda! ¿Por qué te guardas las cosas? ¿Dónde está la confianza? ¿Cómo se llama? Creo haberla visto...

Corto. En mi oído aún puedo sentir sus desesperantes preguntas cuando todo en la habitación se ha quedado en silencio.

Me alisto y bajo a desayunar. Abajo en la cocina, otra tanda de preguntas me recibe. Veo la pequeña televisión sobre la encimera, mis padres tienen sintonizado Canal TV6, el mismo que ayer llegó a nuestra mesa.

Les pido, amablemente y con la paciencia que me queda, que hagan una pregunta a la vez, pero ambos insisten en hacerme las preguntas juntos. Tanto bullicio despierta el lado gritón de mi pequeña hermanita y empieza a chillar mientras golpea su biberón en la trona.

Me siento en la mesa ignorando los gritos y hago una respuesta simple.

—Me reencontré con una chica del grupo de apoyo, fuimos a la pizzería a comer y llegó una reportera del Canal TV6 y su camarógrafo. La chica los echó y listo. No pasó nada más.

—¿Tú saliendo con una chica? —pregunta mamá. Tiene cara de impresión, como si lo que acabo de contar fuese imposible de ocurrir.

Respondo con un ademán y ella sonríe.

—Es linda —comenta papá—. Y atrevida. No cualquiera se enfrenta así a los medios.

—¿Así cómo?

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora