Deber y querer - Parte 2

29.7K 5K 5.1K
                                    

Nunca tuve la oportunidad de experimentar ese momento incómodo en que un padre pilla a su linda hija con el novio en una situación muy melosa y, como castigo por andar de libertinos bajo su techo, les obliga a sentarse en un sofá para darle un charla sobre sexualidad; sin embargo, estoy segura de que así se sentiría. Es incómodo tener al cura y a Felix en una misma habitación.

—¡Esto es inconcebible! Ni los más pequeños hacen este tipo de calaña. Ustedes, dos adultos con raciocinio y discernimiento... ¿Cómo es posible que rayen la pared con la figura de un demonio en un hogar católico?

Decirlo de esa manera tan exasperada me causa gracia. Mis comisuras me delatan, no puedo ocultar la sonrisa ni siquiera con un carraspeo que pretende ser disimulado. El Padre me mira con los párpados caídos.

—Relájese, Lucas, es solo un dibujo —reprocho en un tono que no parece gustarle al cura—. Bórrele los cuernos y ya.

—Lo hará el responsable.

La mirada cansada del Padre Lucas recae con peso sobre la persona a mi lado.

—Iré enseguida.

Como buen culpable, Felix se levanta del cómodo asiento frente al escritorio del cura y se marcha de la oficina cerrando la puerta. El silencio que emerge después de su partida es inminente.

Me vuelvo hacia el escritorio y miro ceñuda.

—Oiga, no arruine las cosas cuando por fin tengo un avance con Felix. —Mi tono bajo pretende no ser escuchado por nadie más, también sonar acusador—. ¿No que estaba de mi lado?

—Lo estoy, siempre y cuando tú estés en el mío.

—Difícil, el boleto al infierno sale más barato y sabroso. —Me mira horrorizado por un instante, pero luego su ceño se frunce en rechazo a mi comentario—. No se enoje, ya sabe por qué lo digo, vivir en santidad en un mundo de mierda es complicado.

—Lo estás empeorando.

—Ya me callaré.

Hago un mohín en señal de arrepentimiento, aunque es una actuación que no es muy digerible para alguien que lo ha visto tantas veces de mi parte. No lo culpo, soy una mentirosa en ocasiones a la que le encanta hacerse la víctima.

—Hell...

Ambos nos sorprendemos de cómo me ha llamado. Soy yo la que salta de su asiento y lo señala.

—Ya cayó.

—Nair —se corrige.

—¿Sí?

Vuelve a tornarse serio.

—Esta es el último día aquí, es probable que no te vea nunca más, por eso quería pedirte, por favor, que te cuides.

—¿Solo eso?

—Iba a pedirte que pasaras por el grupo o aquí alguna vez, pero dudo mucho que llegues a hacerme caso. —En eso tiene razón—. Eres una chica bastante desapegada, no creo que puedas recordar lo que viviste en estas últimas semanas por mucho tiempo...

—Padre, esta vez se equivoca. Creo que recordaré lo que pasó aquí más tiempo del que podríamos imaginar. En estos días han pasado bastantes cosas, algunas bastantes complejas para ser sincera, y no me gustaría olvidar nada. Puede que no me crea, pero lo extrañaré. Ahora no me regañe más.

—No te estoy regañando.

—Lo parecía.

—Simplemente me preocupo.

El cura me mira con ojos enternecidos como lo haría un padre con su hija a la que no verá en bastante tiempo, roles extraños si vemos quienes somos en realidad.

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora