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Ania salió de la torre de astronomía con nada conciso en su cabeza, se sentía mareada y asqueada, había hablado de más, había sido tonta y débil, lo había dejado entrar demasiado lejos. Comenzó a correr hacia su sala común, tratando de escapar del chico y esperando que de esa manera todas las palabras que había dicho se borraran.
El miedo la había dominado, sí, el miedo, las emociones nunca fueron con ella, así que era muy mala controlándolas y cuando se sentía de esa manera siempre terminaba en cosas como esa, pero, ¿Qué la había hecho temer?, lord Voldemort.
No sabía cómo y por qué, pero lo había soñado, no, visto, en sus sueños, él se había metido a su cabeza, la verdad no lo sabía, pero simplemente había aparecido, era él, con sus ojos rojos inyectados de sangre, con su voz fría y su piel cetrina, espeluznante.
Ania Shafiq, ¿Acaso te crees más inteligente que lord Voldemort?
Los pies de la chica ya no la llevaban a la sala común de Slytherin, y no es que le importara mucho, simplemente quería seguir en movimiento, sin importarle que el celador la escuchara, un castigo era lo que menos le importaba.
¿Estás cumpliendo con lo que te encargué?
Pronto se encontró frente al tapiz que más había visto desde el comienzo de ese curso, dio tres vueltas frente al tapiz con la sala en la que había pasado el mayor tiempo de su sexto año.
Lord Voldemort no perdona errores mi dulce Ania.
¿Era Harry Potter un error? No lo sabía y eso la frustraba más, quería alejarlo por todos los medios posibles, pero le era imposible, siempre terminaba volviendo a él y cada día despertaba con la esperanza de que él se alejara de ella, pero no lo hacía y ahora había recibido una advertencia de lord Voldemort ¿Y qué había hecho?, correr a él, había ido a refugiarse en él y le había hablado tanto como para asegurarse de que el chico no se alejara de ella. Estaba cometiendo los mismos errores que su padre, incluso los suyos eran peores.
Cuando entró en el aula se encontró a Draco Malfoy ahí, verlo con esa cara de horror le hizo saber que él también había recibido una advertencia, pero eso no la animó para nada. Calmó su respiración y se acercó al armario con pasos irregulares.
Sin saber por qué, comenzó a recordar el dolor, recordó los latigazos en su piel dejando marca como el mismo fuego, recordó las cachetadas de su madre, tan ardientes como la luz del sol y recordó la maldición cruciatus de su padre retorciéndole los huesos, y recordó sus manos teñidas de sangre.
—¡Accio rata! —gritó la chica con la furia brillando en sus ojos. Una bola negra e irregular voló hacia ella y olvidando el asco por completo la tomó y la aventó al suelo con toda su fuerza, el animal chilló para después ser apuntado por la varita de Ania —. ¡Crucio!
Los chillidos no se hicieron esperar y el corazón de ella se aceleró, Draco simplemente escuchaba los chillidos del animal con asco e incluso lástima, el rubio se había sentado en una mesa y miraba a la nada.
La rata dejó de chillar, pero seguía viva lo sabía pues sus ojos seguían dando sacudidas, pero a Ania eso no le servía, dejó al animal en paz y este simplemente se derrumbó temblando.
Volvió a repetirlo tantas veces que perdió la cuenta, poco a poco fue sonriendo macabramente mientras que su corazón parecía dar saltos, y aunque eso no la saciaba por completo, no, claro que no, estaba acostumbrada a cosas mucho mejores, la calmaba de verdad.
—¿Quieres parar? —le dijo Draco demasiado cansado de los chillidos de los animales y de los gritos de la chica. Ania soltó una carcajada y se acercó a él sin borrar su sonrisa de maniática. Se paró frente al rubio y este la vio, la pelinegra hizo un puchero y ladeó la cabeza.
Parecía renovada, era como si hubiera recordado quién era y qué estaba haciendo.
—Al bebé Draco no le gusta escuchar a las ratas chillar —dijo con un tono chillón, igual al que las personas utilizaban para hablar con los bebés —, al bebé Draco no le gustaría ser esa rata, no claro que no —seguía con ese tono totalmente estúpido, borró su puchero y finalmente gritó—, ¿No te gustaría?, ¡Pero a cómo vamos, nosotros seremos las estúpidas ratas para el Señor Tenebroso!
La chica pateó uno de los animales y este soltó su último chillido cuando se estampó contra la dura pared para después caer al suelo inerte. Ania la sonrió con falsa ternura y el rubio se quedó en silencio, así que la chica se alejó de él para irse a trabajar en el armario evanescente, ya que nada le quedaba.
...
La chica no se dejó ver por los pasillos del castillo por varios días, pasaba las veinticuatro horas del día pegada a ese maldito armario y Draco era el que le llevaba comida con mucho esfuerzo. El ambiente estaba bastante tenso entre ambos chicos y solo se hablaban cuando era estrictamente necesario, habían avanzado ligeramente, pues ahora los objetos solo tardaban dos días en llegar a su destino, seguía siendo frustrante, pero era un avance.
Ania también había tenido ese tiempo para pensar sobre el chico que más se pasaba por su cabeza últimamente, había decidido que no se alejaría de él por la simple razón de que le hacía bien, el pelinegro la hacía olvidar su maldito estrés con el armario, pero a la vez comenzaba a sentirse más culpable y se repetía el "es el anciano o yo" con mucha más constancia.
Sentía como si todas la barreras que había construido con tanto empeño se hubieran derribado y ya no sabía qué pensar con respecto a él, le había mostrado una versión muy débil de ella y siendo sincera, eso le asustaba más que Voldemort en su sueño y sentía ganas de llorar al pensar el arma que le había otorgado, podía destruirla si él quería.
—No debes odiar a muchos por las acciones de uno de ellos, Ania.
Le gustaba la manera en la que su nombre sonaba en los labios de él, la manera cuidadosa en la que lo decía como si temiera que ella se molestase por ese hecho. Se sentía tan bien el pasar el tiempo con el pelinegro, podía sentir su querer, y de vez en cuando era bien sentirse querida, un sentimiento del que nunca había disfrutado.
Se alejó del armario evanescente y dejó caer su varita de tejo en el suelo, no podía creer el efecto que Harry Potter estaba causando en ella, un efecto que nadie había llegado a provocar en la pelinegra, o más bien, que a nadie había dejado causar.
Para ese punto de su vida ya no sabía qué estaba pasando en su cabeza, se estaba dejando llevar por la Ania que su dolor y familia había formado, pero también la Ania que ella creyó dejar atrás estaba volviendo, y para terror de ella se estaba volviendo fuerte.
Tenía un miedo constante, y después de mucho tiempo tenía intensas ganas de llorar y eso no pasaba desde que tenía seis años. Quería huir lejos de todo lo que la atormentaba, quería ser otra persona y para ese punto comenzaba a replantearse todas las decisiones que había tomado a lo largo de su vida.
Extrañaba ser una niña, extrañaba que no hubiera un Potter paseando por su cabeza y extrañaba cuando no tenía el constante miedo rondando por su cuerpo, ¿Qué tenía que hacer?, no debía fallar si quería seguir viva, pero había una mínima parte que le pedía que fallara y se fuera al bando de los débiles, ella se estaba volviendo débil.
Ania estaba en un dilema y no sabía cómo resolverlo.
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Marzo 31 del 2019
Último por hoy, espero hayan disfrutado el mini maratón, ya estamos en los bueno jaja asies.