Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Confiar era el peor error de las personas según Ania, y a pesar de eso le había confiado a Potter su vida, había logrado desahogarse en él y había llegado a tener extraños pensamientos sobre él en aquel baile.
Sí, tal vez le gustaba un poco el chico. Sí, tal vez se le aceleraba un poco el corazón cuando llegaba una carta de él, pero la sensación se iba tan pronto como aventaba el sobre al fuego. No lo odiaba, odiaba el hecho de que aquella era la señal que necesitaba para saber que debía alejarse de él tan pronto como pudiese, y estaba molesta por eso, por fin había llegado algo bueno a su vida y le habían clavado un cuchillo por detrás.
Decidió que no valía la pena esconderse cuando él volviera, decidió que era mejor darle la cara e ignorarlo, era tiempo de que se enfocara en sus verdaderos planes, era tiempo de que sus pensamientos estuvieran dirigidos a la muerte de Dumbledore.
Así que, con base al poco éxito que veía en el armario y a su reciente enojo, decidió crear un nuevo plan emergente con ayuda de Rosmerta y Slughorn, el plan tenía tantas fallas, pero a Ania poco le importaba, no pasaba nada si alguien moría por accidente.
La mañana del regreso de vacaciones Ania se dirigió al gran comedor sin siquiera voltear a la mesa de Gryffindor y se sentó junto a Malfoy que ya había le había perdonado los golpes que le había dado en la noche del baile.
—Al fin entendiste que Potter no vale la pena —le susurró el rubio cuando vio que no había volteado a la mesa de Gryffindor.
—Cállate si no quieres que te golpee de nuevo —Malfoy rodó los ojos y siguió con su desayuno al igual que Ania, ambos con las cabezas muy juntas para poder hablar sin ser escuchados.
Ania no se separó de Malfoy en mucho tiempo consciente de que aquello molestaría a Potter y también eso le aseguraba que no se acercaría a ella y todo parecía marchar bien por una semana, la chica había estado tan concentrada en su plan y con el armario que había logrado quitarse al chico de la cabeza, al menos por el día, pues en la noche era cuando más lo pensaba y no olvidaba el momento que habían vivido entre la multitud y se preguntaba qué habría pasado si Draco no hubiera aparecido con sus estupideces, no lo sabía pero agradecía que todo hubiera sucedido de esa manera.
Fue en la biblioteca cuando esas tres semanas de ignorarlo se fueron a la basura, pues se entretuvo tanto buscando un libro de venenos que no se había dado cuenta de que el chico había entrado a la biblioteca junto a sus amigos, claramente él no desaprovechó la oportunidad y se acercó a ella.
—Me tenías tan preocupado pues no contestaste mis cartas —Ania maldijo cuando lo escuchó hablarle por detrás, dejó el libro en su lugar y sonrió con la sonrisa más pícara que tenía.
—¿Tenía que responderlas? —preguntó con fingida inocencia.
—Se supone que después de leerlas envías una respuesta con tus comentarios al respecto —explicó Harry y la chica ladeó la cabeza.