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Cinco días después del tsunami.

La delgada línea que separaba la locura del raciocinio era ya prácticamente inexistente. Nos estábamos quedando cada vez más solos en aquella sala blanca y de luces cegadoras. Cada vez dolía más decir adiós definitivamente a los familiares que debían volver a su tierra natal para despedir a sus hijos o hermanos que habían perdido la vida bajo el agua. Que debían despedirse para siempre de la gente que nosotros conocíamos como una gran parte de nuestra gran familia y que poco a poco estaba dejando de serlo.

Si dolía tanto era porque todos sabíamos, interiormente, que ya no nos atarían los lazos que siempre nos habían mantenido unidos como la familia que éramos. La gran familia de OT.

Y todo aquello se estaba despedazando, se iba evaporando poco a poco, cada vez que el responsable entraba por la puerta de la sala o llamaba a los móviles de alguien todos temblábamos de puro miedo porque sabíamos que solo habían dos opciones posibles. Que alguien hubiese muerto o que alguien volviese a casa pronto.

Y en ambas ocasiones daba el mismo miedo, pues los que habían vuelto con vida no eran las mismas personas que volaron hacia allí al principio. Eran fantasmas, cuerpos con vida externa pero no interna; meros zombis transformados que andaban sin ningún rumbo fijo.

Eran los restos de las dieciséis personas que comenzaron su sueño juntas en el pasado, pero que habían sido cruelmente separadas en el presente. Eran aquellas personas cuyo corazón era despedazado por cada hermano que perdían bajo la ola.

-Iros a casa ya. Es muy tarde y Elena tiene mucho sueño. Yo os llamaré si pasa algo nuevo. –insistió Joan dándome una leve palmada en el hombro. Llevaba con nosotros dándonos ánimos desde que volvió de Sri Lanka y del funeral de su mejor amigo. Desde que pisó Madrid de nuevo sus ojos ya no brillaban, su sonrisa no resplandecía en la noche como solía hacer siempre. Su característica luz se había apagado.

Suspiré derrotado. –Está bien. ¿Te vienes o te quedas, Marina? –susurré levantándome de mi asiento con Elena en mis brazos. Nuestros padres estaban durmiendo por primera vez desde hacía ya mucho tiempo y aquello se podía considerar una especie de milagro, por lo que no los desperté para avisarles. Aquí costaba demasiado conciliar el sueño porque para ello antes había que liberar la mente de todos los monstruos que la trastornaban.

La pequeña de las Reche se frotó los ojos y se desperezó silenciosamente. Sus ojeras ya eran muy notables y su pelo rubio cada día estaba más enmarañado. Ya ni siquiera venía maquillada, dormíamos en la que era la casa de Natalia y Alba y ni siquiera nos habíamos atrevido a entrar en su dormitorio todavía. Era ridículo, pero nos sentíamos unos extraños invadiendo aquella estancia tan íntima de las dos chicas sin saber si quiera si seguirían con vida. Cada vez que pensaba en esa posibilidad se me erizaba la columna vertebral.

Cinco días y aún no sabíamos nada. Más de ciento veinte horas sin escuchar sus alegres voces armónicas y rebosantes de felicidad cuando se unían. Tan sólo encontrábamos el consuelo, por pequeño que fuese, escuchando sus canciones propias, en sus covers, en los clips que guardábamos de sus conciertos y de los vídeos que conservábamos de toda su vida.

Pensar que en cualquier momento podrían entrar a decirme que mi propia hermana mayor estaba muerta se había convertido en mi mayor pesadilla. No comía, no dormía, no vivía esperando algún rayo de luz. Marina tampoco lo hacía. Ambas chicas eran los dos faros que, desde pequeños, nos habían guiado en medio del profundo océano oscuro y desolado en los días de tormenta. Un océano diferente en el que ambas habían desaparecido. Un océano menos profundo y tenebroso que el que estábamos atravesando en ese momento.

Lo único que deseaba a esas alturas era que, al menos, no se quedasen escritas eternamente en la lista de desaparecidos. Aquella temida lista de la que tanto nos habían hablado y cuyas cifras, veinte años después del tsunami de 2004, seguía siendo temiblemente elevada.

Lost on Waves // AlbaliaWhere stories live. Discover now