Final

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Las decisiones pesan más que la razón algunas veces. Son actos, palabras o pensamientos que acabarán determinando tu vida tal y como la conoces. Algunas decisiones son más graves que otras, algunas conllevan destrozar la vida de terceras personas a su paso. Otras tantas pesan tanto que son capaces de aplastar cualquier resquicio de vida que se cruce en su camino.

A Alba le consolaba tener una persona conocida que la arropase en medio de la desolación y que agarrase su mano con fuerza para recordarle constantemente que no estaba sola en su decisión. Que podría estar pasando el fin del mundo en ese momento pero que ella había dejado de estar sola hasta el final. Empezaba a sentirse acompañada por primera vez desde hacía casi dos semanas.

Ella no podía pegar ojo, pero sabía que María y Carlos tampoco lo habían hecho, aunque lo fingiesen por tranquilizarla, por transmitirle la paz que tanto necesitaba. Lo agradeció, pero ella ahora necesitaba a la luz que la había guiado los últimos años de su vida, a la mujer que le había regalado las mejores caricias y los mejores besos que recordaba, a la única persona cuyo tacto y cuyo aroma sería incapaz de olvidar pasase lo que pasase. La necesitaba más que nunca, pero sabía que debía darle su espacio.

Sabía que aquello había destrozado a Natalia y que debía llorar y desahogarse lo que le necesitase antes de volver a enfrentarse a la jodida realidad. Sabía también que Natalia ahora era incapaz de mirarla a los ojos sin romperse ante ella. Y quería que eso cambiase, porque si algo tenía claro era que quería marcharse sin dejar más víctimas a su paso, sin ser una bomba que matase a todos los que estaban a su alrededor, sin ser un nuevo tsunami que arrasaría con todo por segunda vez.

Alba sabía que los porcentajes eran desoladores. Alba ya sabía que se iba definitivamente. Aunque finalmente decidiese luchar un poco más por su vida, sabía que el diagnóstico era más que claro. Y tenía miedo, pero no por ella. Yo soy lo de menos ahora mismo.

Se sorprendió a sí misma cuando pensó más en destrozar a Natalia que en su hermana o sus padres. Pero fue una sorpresa agradable. Quería tantísimo a la morena que no se arrepintió de nada de lo que había hecho con ella en su vida, pues si era con ella volvería a repetir mil veces más todos los momentos vividos, incluso aquellas discusiones amargas si ello implicaba la posterior reconciliación.

-¿Y si se enfada conmigo? –pensó la rubia en voz alta, sin querer. María alzó su cabeza y la miró confusa. La ilicitana cerró sus ojos con toda la fuerza que podía, reprimiendo un par de lágrimas dentro de sus ojos. -¿Y si no me perdona por querer que todo acabe?

-Tú no tienes la culpa, ella lo entiende y lo sabes. –María besó su frente con delicadeza, creyendo que la rubia deliraba por los efectos de los fuertes medicamentos que le suministraban. –Tranquila. –la relajó sintiendo como temblaba.

-Le quiero. Le quiero tanto que no me voy a perdonar en la puta vida si al final la dejo sola, Mari. –sollozó dejándose calmar por su amiga.

La más mayor, sabiendo todo lo que la pequeña había luchado para volver a ver a Natalia, dejó que las lágrimas escapasen de sus ojos. La vida era tan injusta que ahogaba, aplastaba y despedazaba sin importarle nada.

Qué bonita la vida, que da todo de golpe y luego te lo quita.

*****

Natalia dejó de llorar para centrarse en rememorar momentos bonitos en la soledad de la madrugada. Se centró en volcar sus pensamientos en su tatuaje de la muñeca. Ese que no se borraría jamás, ese que no había desaparecido ni bajo la fuerza de un tsunami; ese que ya formaba parte de su identidad, la misma que compartía con Alba. Su Alba.

Mi Alba.

Pasó el dorso de su mano por las cuencas de sus ojos para borrar el rastro húmedo de ellas, pues no quería seguir derramando más agua salada por ahora. Ya tendría tiempo de morir deshidratada más adelante, cuando la falta de la rubia pesase y aplastase cada músculo y cada órgano de su cuerpo.

Lost on Waves // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora