IV

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A la mañana siguiente alguien me zarandea.

- ¡Arriba, venga! ¡Milady te está esperando!

- Mmmm... no...

Me están malcriando. Esta cama es tan sumamente cómoda y huele tan bien que no quiero levantarme, sea quien sea la que me está esperando. 

- No voy a admitir un no por respuesta.

Si hasta ahora no había quedado claro que Portia es una mujer de armas tomar, el hecho de que me arrastre fuera de la cama tirando de las sábanas es suficiente para que capte el mensaje y me levante.

Adiós preciosa cama, quizá no nos volvamos a ver nunca, pero ha sido fantástico pasar la noche contigo.

Veo como Faust asoma la cabecita por debajo de las sábanas, pero al ver que no estoy sola, automáticamente vuelve a esconderse. Ya buscará la manera de salir de la habitación.

O de quedarse durmiendo sin que la descubran.

- La condesa ha preparado esto para ti, te está esperando en el salón de abajo. - Acaricia el tejido que ha dejado sobre uno de los muebles de la habitación. - Por favor, date prisa.

- Sí, sí... - la despido con un ademán cansado.

La primera pregunta del día es si debería ponerme esta ropa. Quizá tal gesto pueda ser interpretado como que estoy de acuerdo con su plan, que no es así. O meramente se trata de un gesto de cortesía. O puede que mi supuesto mejor conjunto no sea suficiente para lo que están acostumbrados en la corte. 

En fin. 

Lo más sencillo es ponérmelo y no ser descortés, ahora mismo no me conviene rebelarme de buenas a primeras. Al fin y al cabo, yo soy la invitada en el palacio.

El conjunto es tan maravilloso como la cama. De tacto suave y fresco a la piel, los colores son oscuros, lo que hace contrasta el blanco de mi piel, y es bastante cómodo, a pesar del corpiño ajustado y los pantalones bombachos cargados de pedrería.

Sigo a Portia por los pasillos, viendo a la gente ir y venir en sus quehaceres, nada que ver con la quietud de la noche. 

Nadia me espera, a pesar de su apariencia, su aura me habla de una mala noche.

- ¿Has dormido bien?

- Tan bien que apenas he podido levantarla de la cama.

La condesa se ríe y yo me fijo en las marcas oscuras bajo sus ojos.

- Espero no haber sido la única en disfrutar una buena noche de descanso. - le digo.

Me mira fijamente.

- Estas jaquecas a veces pueden ser demasiado insistentes. 

- Quizá mi maestro...

- Creo que la mejor forma de acabar con el dolor es solucionar cierto asunto del que hablábamos ayer. 

Vaya, la condesa tiene un humor excelente por la mañana. Directa al grano sin dudarlo.

- Ayer hablaste de que te gustaría investigar, conocer un poco más el caso del doctor Devorak y demás. Bien, he pensado que después del desayuno Portia puede llevarte a la biblioteca, allí encontrarás lo que fue el despacho de dicho individuo tal y como lo dejó antes de desaparecer. Espero que te sea de utilidad. 

- Seguro que lo será, mi señora. 

- Bien, pues no perdamos más el tiempo.

Con una palmada, los sirvientes hacen su entrada en el salón, cargados de bandejas con café, dulces y pan recién hecho. Comemos en silencio mientras Portia murmura una canción para sí misma, quizá intentando aligerar el ambiente, quizá, simplemente, aburrida de vernos comer en silencio.

Enough [Julian Devorak, The Arcana]Where stories live. Discover now