VI

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Soy perfectamente consciente de que estoy de vuelta en el palacio, acostada en esa preciosa cama con dosel, con un atuendo que dista mucho de lo que llevaba puesto a mi llegada.

Soy el cazador cazado, también soy perfectamente consciente de eso.

Pero mi mente está muy muy lejos, repasando todos los acontecimientos de la noche: el encuentro en el bar, la conversación, su sonrisa... ha prendido una llama peligrosa denominada curiosidad, y apenas puedo esperar a que salga el sol para volver a esa pequeña habitación en la biblioteca y empaparme de todo lo que encuentre.

Sean visiones subidas de tono o escritos sobre Vesuvia, no voy a quejarme de ninguna de las maneras.

Por eso, cuando Portia viene a buscarme por la mañana yo me he puesto mi ropa de siempre, y armada con papel y tinta parece que soy yo la que la guía a ella por los pasillos de palacio. Bien es verdad que la noto un poco distante, pensativa, parece que quiere preguntarme algo pero hay algo que la frena y la insta a guardar silencio. 

Quizá un ambiente más íntimo le anime la lengua, pero, de nuevo, en cuanto llegamos a las puertas de la biblioteca se va sin apenas mediar palabra. 

En fin, hay mucho trabajo que hacer, y este no se va a hacer solo. 

Aparte de los pergaminos desparramados por el escritorio, encuentro otros tantos escritos recogidos a modo de diario. A modo de recapitulación he podido entresacar que la ciudad sufrió una epidemia que mermó considerablemente la población, la cura fue algo tardía así como el localizar a los portadores de dicha enfermedad. Las notas no son claras, como si el doctor Devorak hubiera abandonado la investigación a punto de llegar a su conclusión.

Supongo que si me llevo sus diarios tampoco habrá nadie que los eche de menos, ¿no?

Al fin y al cabo es mi caso.

Aunque todavía no haya dado el sí definitivo.

Entre unas cosas y otras la luz se atenúa en la sala, nadie ha venido a avisarme así que soy yo la que abre lentamente la puerta para encontrarme a Portia sentada en el suelo.

- Parecías tan sumamente concentrada que no quise molestarte ¿Tienes hambre?

Me tiende una manzana que yo cojo para prácticamente devorarla.

- Veo que sí... espero que la investigación siga su curso.

- Tengo unas cuantas pistas, sí.

- Milady me ha pedido que te acompañe hasta la tienda, cree que quizá te sientas más cómoda en otro ambiente a la hora de proceder con su petición.

- ¿Tu señora es consciente de que aún no he dicho que sí?

- Detalles, detalles... 

Primero me acompaña al cuarto, donde recojo mis cosas y dejo bien plegaditas las sedas y la pedrería que Nadia me ha prestado, de vuelta a las calles es mejor ser más discreta, algo que pude comprobar ayer mismo. 

No hay ningún carruaje esperando, así que supongo que volveremos andando.

- Pensé que igual te apetecía tomar un poco el aire.

- Por supuesto.

Nadia parece aparecer entre los arbustos dando con nosotras en su paseo vespertino por el jardín.

¿Casualidad? No lo creo. 

- May, ha sido un placer tenerte como huésped en el palacio.

- El placer ha sido mío.

- Espero que hayas tenido el tiempo suficiente para reflexionar y darme una respuesta.

- Sí, Nadia. No voy a mandar a la horca a un inocente, no renuncio al caso, pero tampoco voy a convertirme en un perro de caza. Te haré llegar lo que vaya encontrando, pero no esperes que la cabeza del doctor forme parte de mis envíos. 

Enough [Julian Devorak, The Arcana]Where stories live. Discover now