Capítulo 8

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Gabriel se quedó con la boca abierta al ver su auto con aquellos graffitis. Se trataba de unas palabras. En el capó había una “a"; en un lateral, la palabra “Volver”; y en el otro costado, la palabra “jugar".
        Volver a jugar.
       Las letras entendibles, bien cuidadas, rellenas de color amarillo, violeta y rojo.
       Quería matar y a la vez darle un premio al que había hecho eso a su auto. Eso era arte.

                                ***

Capítulo 8
     Renato había querido pintarle una mano con el dedo del medio levantado y terminó poniéndole “Volver a jugar”, sin poder resistirse.

      Había visto a Gabriel jugar con la nena y le había removido todo su interior.

      Había visto algo especial en Gabriel y en ese acto de jugar con Chiara.

       Había recordado cuando su padre jugaba con él  y con sus hermanos cuando eran chicos. En ese tiempo en que no estaba perdido por la droga o al menos parecía manejarlo bien.

     Renato se sentía sobrepasado por las responsabilidades. Sentía que no había vuelto a divertirse hacía siglos. Hacía tiempo que no se ponía a dibujar o leer por horas (más allá de que le faltara plata para comprar lo necesario para eso). O hacía tiempo no iba a la plaza con sus hermanos, Guido y Fausto a jugar a la pelota o a hamacarse rápido y alto, para luego saltar y dejarse caer al pasto. Necesitaba… Su corazón pedía a gritos “Volver a jugar".

    Había mezclado todo en ese Volver a Jugar que le había puesto en el auto.

—¡Tato!

    Renato estaba acostado en su cama, temprano a la mañana. Se había dormido pensando en Gabriel y había despertado pensando todavía en él. ¿Acaso era una especie de brujería?

    Al escuchar a su mamá llamarlo al otro lado de la puerta, se incorporó lo suficiente para encender la luz del velador de la mesita de luz de su derecha y luego se quedó boca arriba.

—Tato, quiero hablar con vos.

—¿Sobre el trabajo? ¿Te lo dieron?

—Todavía no. Dijeron que me llamaban. He vuelto al lugar para preguntar, porque hay momentos en que no estamos en casa… Ayer llamó tu profesor de Matemática…

—¡¿Qué?!

   Quiso mirar hacia la puerta que estaba del lado derecho. Se levantó un poco, se torció hacia la derecha y se dio con el borde de la mesita en la frente.

—¡Au! ¡La concha!

—¿Qué te pasó? ¡Tato!

—Nada, me golpeé —respondió Renato, saliendo de la cama. Una de sus manos tapando la lastimadura. Salió del cuarto y fue derecho al baño.

—Ay, amor, a ver eso —le dijo su madre, acercándose a él, que estaba mirándose en el espejo.

    Se había hecho un raspón y tenía un poco de sangre, pero no era nada grave. Abrió la canilla y empezó a mojarse.

—¡Mirá cómo te hiciste! Creo que hay un poco de alcohol en el botiquín.

—Estoy bien. ¿Qué es eso de que llamó mi profesor?

—Dice que no fuiste a su clase de apoyo.

—¡No lo puedo creer!

—¿Es por el trabajo? Amor, la escuela también es importante. Podés decirle a Guillermo que te disculpe esos días o acordar un horario más adecuado. Yo sé lo que te cuesta Matemática y lo importante que es para vos terminar la escuela. Bueno, para mí también es importante que termines.

Chico problemático // QuallicchioWhere stories live. Discover now