Capítulo 72

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—No creo necesario explicar nada, que empiecen a hacer sus cositas con los colores y listo —habló Thais y se quedó dura al ver que Gabriel entraba al aula.
     Renato volteó a mirar en dirección de donde miraba Thais y lo vio, lo que hizo que su corazón frenara unos latidos.


***


Capítulo 72

—Buenas tardes —dijo el ojiverde—. Soy el profesor encargado de supervisar este taller. —Trató de no mirar directamente al castaño, pero le fue imposible. 

    Este lo miraba pasmado. Ninguno de los dos sabía de la presencia del otro allí. Gabriel ni se había imaginado que Renato había, finalmente, decidido participar. Y el castaño había creído que su supervisor sería la profesora de Plástica.

      Gabriel y Renato sintieron que el corazón daba un salto y se les escapaba. De inmediato, el chico intentó no mirarlo.

—¡Hola, profe! —Exclamó Thais, lo que hizo que el ojiverde quitara la mirada del castaño.

—¡Hola! —saludó también Minerva.

—Hola —susurró el chico.

—¿Necesitan ayuda en algo? —Los ojos de Gabriel se iban a Renato sin poder evitarlo, pero el otro no lo miraba.

—No, no, ya terminamos —respondió Thais.

—Bueno, voy a sentarme.

     Y fue a sentarse, mientras se sacaba el abrigo, en un banco contra la pared del fondo.

     Cinco minutos después, entraba el primer chico, seguido de una chica, seguida de otros y de otras. Fueron entregando el dinero para la participación en ese taller a Gabriel, para que no hubiera problemas. Diez personas estaban sentadas ahora, esperando que empezara el taller.

     Renato, Minerva y Thais estaban en fila tras el escritorio.

    Ninguno habló. Minerva miraba a las personas con los ojos abiertos de par en par mientras se llevaba a los ojos el machete todo arrugado que había sacado del bolsillo trasero de sus jeans.

    Se quedó varios segundos intentando entender lo que había escrito a las apuradas aquella madrugada al tiempo que todos se la quedaban mirando, esperando.

—No entiendo un pepe —dijo Minerva, asustada.

     Renato suspiró y miró a todos. Thais no había estudiado nada, y parecía que no pensaba hablar, y Minerva estaba aterrada y no podía leer su propia letra.

—Emmm… Hola… —Se rascó la nariz y se frotó las manos, nervioso —Me dijeron que debía hablar de movimientos artísticos… —Se volvió a quedar callado y miró a Gabriel, para que le diera confianza. —No voy a hablar de movimientos. Ni imitar a otro. Yo me expreso con el arte, no estoy pensando en movimientos cuando dibujo, pinto, estoy pensando en mí y en lo que siento. —Se encogió de hombros—. No sientan presión en crear a partir de otros, solo tienen que hacerle caso a ustedes mismos. Una vez… —Se quedó callado, no sabía si debía decirlo, pero quería. —Una vez alguien me dijo que el arte tenía que venir del interior, que no tiene que igualar nada —El corazón de Gabriel se infló, esas eran sus palabras—, que hay que sentir para hacer arte, que eso lo hacía bello… Y tiene razón. No digo que no me guste saber de la historia del arte, de los pensamientos sobre el arte en otras épocas, pero ahora estamos en otros tiempos. —Suspiró—. No quiero obligarlos a nada. Si ustedes quieren imitar algo de algún movimiento, está bien… ahí están las revistas, sino dejen que su interior hable. No existen reglas para mí.

   Gabriel lo miraba con una pequeña sonrisa. Le gustaba lo que había dicho y cómo lo dijo. Estaba todo rojo, y en ciertos momentos hablaba rápido, pero había confianza. Se notaba que le gustaba lo que hablaba, como cuando tocaba la batería.

Chico problemático // QuallicchioWhere stories live. Discover now