Capítulo 67

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      Acarició su mejilla y la sintió mojada. Despacito, salió del acolchado y de la cama, prendió la luz, se fijó que Renato seguía durmiendo y empezó a vestirse. Al terminar, agarró su celular y billetera del escritorio.
      Luego, ya listo después de apagar el televisor, se acercó a la cama y se inclinó para pasar suave sus dedos por la mejilla del castaño.
—Perdóname vos a mí —le susurró, antes de salir de la habitación.

***

Capítulo 67

—¿Gabi?

    Después de dormir de un tirón, Renato abrió los ojos. Sintió un frío inmediato y que no había nadie al lado de él. Se dio la vuelta en la cama porque había despertado con la vista en la pared.

—¿Gabi? —repitió.

    Supuso que había ido al baño, pero se levantó, y cuando agarró su ropa de una de las sillas del escritorio, no vio sus cosas allí apoyadas.

      Eran las diez de la mañana casi y Bruna estaba sentada en el sillón, leyendo un libro. La vio cuando salió de la pieza. Y también vio que la puerta del baño estaba abierta y la luz apagada. La luz de la cocina también estaba apagada. Corrió a la puerta cerrada del patio y la abrió, pero no había nadie.

     No había signos de Gabriel por ningún lado de la casa.

—¿Gabriel dónde está? ¿Se fue? No está. —Renato se acercó donde estaba Bruna, que ahora sí notaba su presencia.

    La chica bajó el libro a sus piernas sin cerrarlo y lo miró para responder, confundida:

—¿No te acordás que se fue?

—¿Cómo que se fue?

—Vino anoche a mi cuarto a pedirme que le abriera. Tato, pensé que sabías. ¿No te dijo nada?

—¿Anoche?... Estábamos viendo una película, me quedé dormido… Se fue sin avisarme. Se fue.

—Uy.

—Podría haberle abierto la puerta yo, Bruna, pero fue a pedirte a vos.

—No me avivé.

    Su primera reacción fue sentirse dolido por lo que Gabriel había hecho, pero después se puso a pensar que estaba muy mal y había hecho lo que pensaba correcto para sentirse mejor. Parecía que no había servido de nada su compañía. Tal vez necesitaba otras personas a su alrededor. Claramente, necesitaba a Chiara, pero aquello era imposible.

    Necesitaba de sus amigos, de sus padres. Tal vez lograban que se sintiera mejor. De inmediato, hizo un llamado. 

    Renato entró al bar a las doce. Prefería hablar con los chicos en persona. Habían abierto hacía poco, pero ya había varias personas ante las mesas, almorzando. Una música de fondo y las voces de las conversaciones llenaban el lugar. Por las dudas, miró alrededor y fue hasta el baño por si Gabriel había decidido ir. Preguntó al de la barra de la tarde y le respondió que el ojiverde, a quien conocía, no había aparecido en ningún momento.

     Agustín y Gastón estaban acomodando unas cajas en el depósito en ese instante, por lo que decidió esperar cerca del pasillo, en la barra. Se quedó mirando el escenario un segundo, su vista en la batería. Sintió nostalgia, extrañaba tocar ahí, pero abandonó el pensamiento en seguida. Gabriel estaba mal y no era hora de pensar en eso.

      No esperó mucho. A los diez minutos, aparecían y veían que estaba sentado en uno de los bancos altos. Lo saludaron alegres, pero entonces vieron la cara que tenía y la alegría se les esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

Chico problemático // QuallicchioWhere stories live. Discover now