Capítulo 27

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—Y yo voy a estar esperándote en cada clase, entonces  —dijo Gabriel, haciendo que volvieran a reír. —Bueno, creo que ya es hora de irme, tengo clases a la tarde.
   Agarró a Renato de la cara y empezó a besarlo.
—Chau.
—Chau.
     Entonces, finalmente, Renato se bajó del auto, colgándose bien la mochila al hombro y con el cd en la mano, le dio un último saludo con un beso al aire y vio cómo el auto de Gabriel arrancaba y se iba.

                               ***





      Y esa noche llamó a Gabriel como le había dicho que haría, y la noche siguiente también, solo para molestar porque ya casi cumpliría un año más de viejo.

—Hola, viejito.

—¿Viejito? Ya vas a ver, “viejito".

—Uia. ¿Ejercicios de más?

—Sí, sí, sí, en eso justo estaba pensando…

—¡Tato, ya está la comida!... Y mándale saludos a Gabriel de mi parte.

      Gabriel rio.

—Saludos para tu mamá y tu hermana también. Andá a comer, dale.

       Aquella noche, Gabriel fue a acostarse temprano, y Renato se la pasó en su escritorio, todavía buscando ese verde, ese pedacito de alma que eran los ojos de Gabriel. Fueron pasando las horas y era un caso perdido, a la vez que el sueño se iba apoderando de él.

     Ese verde no se podía imitar…

    Se durmió sobre el escritorio, con la mejilla apoyada en la hoja con pintura, lo que hizo que le quedara la cara manchada. Durmió poco, una hora, y despertó solo por la incomodidad. La luz estaba prendida y el silencio se cernía en aquel espacio. Miró las hojas en su escritorio, pruebas de que no había conseguido lo que quería hacer, agarró la hoja, frustrado, la hizo un bollo y la tiró contra la pared en la que estaba el espejo de pie. Se lo quedó mirando fijamente hasta que decidió darse una ducha.

    Gabriel despertó por el llamado de Gastón, más que por la alarma. Apenas dijo “Hola", su amigo se había puesto a cantar el feliz cumpleaños, y Gabriel rio.

—Hoy los quiero en casa, eh —le recordó Gabriel—. Tipo nueve.

—Te dije que podías hacer algo en el bar.

—Quiero algo tranquilo, Gas… Y no te dije, pero viene Tato.

—¿Lo invitaste? Pero qué bien… ¿Y en calidad de qué?

—Como el chico con el que me estoy viendo, o teniendo algo, aunque no sé lo que sea. El domingo nos volvimos a ver, pasamos la tarde juntos, en el colegio hacemos lo posible para vernos un segundo, por lo menos de lejos o cuando Tato va a buscar tiza donde estoy dando clase, el miércoles lo llevé a su casa a él y a su hermana…

—Están a full. 

—No sabés lo feliz que me siento con él.

—¿Con Lucía no?

—Sí, pero de otra manera, no se siente como esto. No te puedo explicar cómo se siente, pero es distinto.

—Me alegro que estés feliz. Disfrutá.

    Cortó con Gastón y se levantó con intención de irse a bañar y después desayunar. Estaba ansioso por esa noche, por festejar con sus amigos y con Renato.

     Cuando fue el saludo inicial, en el colegio, no vio a Renato entre los chicos que hacían fila. Lo buscó en toda la extensión del patio, pero no había rastros. Athié estaba ahí, por lo que no debía preocuparse por si, otra vez, se habían enzarzado en una pelea.

Chico problemático // QuallicchioWhere stories live. Discover now