Capítulo 2: "Brendan, el mejor amigo de Louis"

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Brendan ama tener como mejor amigo y compañero de departamento a Louis.

De verdad, adora a ese chico. Con todo su corazón.

Recuerda como lo conoció, y sin duda es su mejor recuerdo con él.

Ambos cursaban el segundo grado de primaria. Brendan comúnmente no jugaba con los niños, no mientras estos solo jugaban al futbol. Siempre se consideró como un chico con tratos... "especiales". Prefería mil veces estar sentado en el patio de la primaria. Solo. En vez de ensuciar su ropa y sudar para después caer agotado del cansancio.

Así que, a raíz de eso, comenzó a jugar con las niñas.

A "la casita", las muñecas, a cualquier cosa que se les ocurriera a esas niñas risueñas. Algunas veces jugando a "las princesas" y siempre le daban a Brendan el papel del príncipe que las rescataba del malvado y horrible dragón.

Brendan realmente se sentía como un príncipe.

Aunque, ahora, está seguro de que una princesa no necesita un príncipe para un final feliz.

Un día, una pequeña niña -Brendan recuerda que se llamaba Renata- le regaló una muñeca.

Brendan cuidaba a esa muñeca de gran cabello rubio y sonrisa perfecta como si fuera su vida. Era un regalo. ¡Y los regalos tienen que cuidarse como si realmente fuera un gran tesoro apenas descubierto!

Siempre sacaba esa muñeca de su mochila para jugar con las niñas, siempre con esa sonrisa que le indicaba que estaba pasándola más que bien, y que le agradaba estar con sus amigas y poder jugar lo que él quisiera.

Pero, lamentablemente, los niños a veces son crueles.

Recuerda vagamente como unos niños -de tres grados mayor que Brendan- se acercaron para quitarle su muñeca, comenzando a rayar la cara de esta mientras soltaban risas, dirigiendo al pequeño indefenso con palabras como "¡Brendan es una niña!", "¡anormal!", "¡gay!", "¡maricón!", y un sinfín de palabras que Brendan jamás había escuchado en toda su vida.

Recuerda ver horrorizado como los niños le quitaban los brazos y la cabeza a su muñeca para después pisotearla e irse, riendo entre ellos y celebrando.

Como si las lágrimas de un pequeño niño de seis años fuera algún tipo de trofeo importante.

Lloró mucho, tratando de reparar esa muñeca, lo cual fue imposible. No pudo hacer otra cosa más que tirarla a la basura, sin poder detener esas lágrimas de tristeza.

Sin saber que toda esa escena fue presenciada por un niño de ojos azules, quien estaba jugando con sus demás amigos al fútbol.

Al día siguiente, cuando todos salieron al receso y Brendan se quedó sentado en su banca, desanimado, ese niño de ojos azules se acercó a él, entregándole una bolsa de regalo.

Brendan, muy confundido, abrió la bolsa.

Era una muñeca. Casi idéntica a la que antes tenía, solo que esta tenía el cabello castaño y ojos color miel.

Y, antes de que Brendan preguntara el porqué de ese regalo, Louis se adelantó a hablar.

«—Es de mi hermanita. No le digas que se la robé para dártela.»

Y, desde ese entonces, ambos niños fueron inseparables.

Y lo siguen siendo.

Tanto que, cuando ambos fueron aceptados en la misma Universidad, no dudaron en buscar un departamento para solamente ellos dos, organizarse para la limpieza y unas cuantas reglas que tenían que cumplir.

REVOLUCIÓN SEXUALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora